martes, 23 de julio de 2013

Me debes un sueño

No había manera. Los minutos como pipas. En un abrir y cerrar de ojos el amanecer ya estaba tras el cristal. Totalmente desvelada aún no había dormido la noche que ya escapaba. Después de cambiar unas catorce veces de la cama al sofá, del sofá a la cama, venga un vasito de agua, vuelta a la cama, vuelta al sofá y un poco más de agua. Después de todo eso, decidí rendirme.

Desactivé el despertador y opté por obviar el tiempo. Si mañana no había suficiente ya lo habría al día siguiente, pero lo que es yo, iba a dormir lo que necesitaba, de noche o de día.

La ladrona de libros parecía estar de acuerdo con ello, y maldije a Markus Zusak por escribir un libro tan especial que me atrapaba en cuanto lo abría aun cuando ya era la quinta vez que lo leía. Recorrí con avidez las palabras, las páginas. La habitación se iba ensombreciendo. Madrid ya estaba lejos, ahora sólo existía Himmelstrasse, Molching, Alemania.  Unos ojos me seguían fijamente, ojos “hechos de bondad…y de plata, de plata líquida y esponjosa”.



Todos hemos fantaseado alguna vez con cómo sería vivir en otro período de la historia. ¿Qué  mujer no ha soñado nunca con ser Elizabeth Bennet  a principios del XIX en la campiña inglesa?  





Otros, fantasean con épocas inexistentes, realidades que se nos presentan a través de libros o de películas. Después de ver Matrix todos nos preguntamos si es real el mundo en que vivimos o puede existir Matrix.


Y no me negaréis que los duelos de varitas y la ciudad de Rivendell tienen su punto.


¡Lumos! ¡Alohomora! ¡Flipendo! ¡Wingardium Leviosa!


Pero, ¿quién piensa en la Alemania del Führer?
No sé, tal vez alguien haya fantaseado alguna vez con encontrarse con el señor del bigote cuadrado negro. No es mi caso.

Dejo llevar mi mente por las calles de Molching. Imaginándome cómo habría sido nacer siendo Liesel Meminger, y aunque me reafirmo en la inmensa suerte que he tenido por nacer donde he nacido y en esta época,  descubro que no todo en 1939 era tan malo.

Es en estos años, década de los 40, cuando en Alemania dejan su huella  personas como Hans Hubermann, ese hombre que Zusak define como invisible para la mayoría de la gente, con una increíble habilidad para mimetizarse con el fondo, hasta cuando está en primera fila. Un hombre que pasaba inadvertido, no tenía importancia ni valor. Y cuenta que lo decepcionante, es que si algo no podía ponerse en duda es precisamente su valía, algo que Liesel no pasó por alto.


Y me doy cuenta, de que no hace falta imaginarse Molching en plenos comienzos del nazismo para descubrir a un Hans Hubermann, porque afortunadamente personas así las hay en todas las épocas.


“Hemos de asumir la responsabilidad de lo que pasa en nuestro país, si los que tenemos voz no la alzamos en contra del trato que recibe nuestro prójimo, habremos colaborado en su muerte. No es suficiente hablarlo en nuestros hogares, muchos alemanes lo hacen, pero en nuestras calles lo único que se oyen son las promesas de Hitler y sus promesas de gloria.” (Rebeldes del swing 1993)



Tampoco hace falta imaginarse sobreviviendo entre cañonazos para entender que esta frase es de gran actualidad.

 “Con el progreso los delitos no cambian, sólo cambia la rúbrica.” (Indro Montanelli en Historia de Roma)

Y tampoco escribiré un resumen del libro porque creo que merece la pena leerlo. Historias calcinadas en hogueras, ahogadas en gas. Historias que no hay que dejar morir. Zusak aborda esta época con un narrador poco común, la muerte. Una perspectiva totalmente única y extraordinaria

“Sí, la recuerdo a menudo y conservo su historia en uno de mis múltiples bolsillos para contarla una y otra vez. Es una más de la pequeña legión que llevo conmigo, cada una de ellas extraordinarias a su modo. Todas son un intento, un extraordinario intento de demostrarme que vosotros, y la existencia humana, valéis la pena. 
Aquí está. Una más entre tantas. La ladrona de libros. Si te apetece, ven conmigo. Te contaré una historia. Te mostraré algo.” ( La ladrona de libros- Markus Zusak)




Querido Markus Zusak, me debes un sueño.