Hace tiempo que te vengo buscando, evitando, escribiendo y borrando. Hace tiempo que cierro los ojos al recorrer determinadas sendas para luego querer volver con todos los sentidos puestos y bien prestos a grabar en mi mente todos y cada uno de los detalles, ésos que hoy echo en falta.
Hace tiempo que te vengo soñando, pero también barriendo de mis sueños cuando sin aviso y sin permiso te cuelas en ellos y desbarajustas todo. Hace tiempo que comienzo cosas que nunca termino, que escribo cuadernos sin llegar al final, que me preparo para "todo" y me quedo en un mediocre "casi todo" que viene a ser lo mismo que casi nada. Porque a veces, por mucho que hagas, si no terminas la tarea es como si no hubieras hecho nada. De nada sirve estudiarte 10 temas de 15 si luego resulta que en el examen caen esos 5 olvidados, ¿no? Tal vez el orgullo del esfuerzo de haber estudiado 10 temas, pero también la rabia de no haber rematado la faena y que todo haya sido en vano, porque haber hecho nada y haber hecho eso termina por ser lo mismo.
Hace días que los busco, esos pájaros que nunca me abandonan y siempre están dispuestos a volar, a echarme a volar.
Y no se equivoquen, digo "echarme" porque es lo que hacen. No preguntan, éstos tampoco piden permiso ni opinión, entran según les de, a veces con sigilo y otras no tanto. Y de pronto, de pronto esas inmensas ganas de volar.
Vienen, hasta que de pronto un día se van.
Y a veces resulta fácil, peligrosamente sencillo, dar media vuelta para no volver. Pero siempre vuelvo. A veces, resulta descaradamente exagerada una reacción que no puedo evitar, pero nunca me gustó la ambigüedad, ni puertas para adentro ni puertas para afuera, y si el chocolate no está espeso prefiero apagar las luces, y venga, vámonos de aquí que no hay nada que hacer. No es un todo o nada, es una simple línea de actos que den cierta coherencia a la senda que tus pies vas trazando, no hace falta que esté recta, basta con que sea valiente, sincera, pura, y a veces sí, a veces descarada.
Y me sorprendo contando los dragones que voy dejando tras la puerta. Uno, dos, tres... No te creas que es por gusto, tampoco necesidad. En realidad no entiendo bien por qué voy poniendo uno tras otro para impedirte la entrada, para probar tu valía y demostrarme a mí misma que me fallas, que no puedes con ellos, que no estás dispuesto a todo sino sólo a una batalla, y así me resulta más fácil seguir.
Es una falsa tranquilidad. Es la zona de confort de la que tan pronto quiero salir como volver a entrar.
¿Pero cómo quieres que salga si ya no me quedan pájaros en la cabeza que me echen a volar?
Y observo como unas pisadas y otras se confunden sin dejar claro el sendero, añadiéndole peso al aire, volviendo fatigosa una atmósfera que antaño fue fresca y ligera.
Liviana, como las alas de aquellos pájaros.