martes, 3 de octubre de 2017

Dueles

Dueles, pero no entiendo porqué. Llevo días pensándote, reflexionándolo, llorando en silencio. Dueles, y no es un capricho del corazón, no es un amor confitura de esos cuyo sabor casi en el mismo instante de gustar, desaparece. 

Dueles, y no me grites, por favor. Sé que te duele también, sé que crees sentir más dolor que yo, más auténtico, verdadero, agarrado a la razón y al corazón. No lo niego, no lo confirmo. Hoy prefiero decirte con cautela sólo esto: dueles. 


Sé que piensas que ésta no es mi guerra. Sé que no entiendes la violencia. ¿Crees acaso que yo sí? ¿Acaso, puede entenderse la violencia? Yo entiendo los gestos, las miradas, las palabras... 

No puedo evitarlo, qué quieres que te diga, me venís todos a la mente, con vuestras sonrisas llenas de luz, vuestras miradas ávidas por ver mundo, palabras emborrachadas en una melodía que siempre me cautivó... No puedo evitarlo, qué quieres que te diga... Dueles. Pero, sobretodo, me duele lo que nos han hecho.

Siento pena, rabia, un extraño ansia de querer llorar ante la injusticia, la violencia, la profunda pérdida del honor y de la dignidad de tantas personas que en su afán se han llevado por delante más de lo que creen. Sé que piensas que ésta no es mi guerra, no te confundas. Sois mi guerra, pero no el enemigo.


Y me viene a la mente toda la palabrería de rigor, en fin, ya deberíamos estar acostumbrados, ¿no? Durante años hemos visto cómo las palabras se modifican al antojo del político de turno, sin pararnos a pensar en lo que de verdad significan. Hoy, me paré a pensar en lo que significa, de verdad, ser libre, ser democrático, ser tolerante, y por qué no, ser español. ¿Qué significa todo esto? ¿Somos capaces de definirlo sin utilizar las palabras de otros? 

Dueles. Y no es un mero capricho, no es ése egoísmo insano e infantil de los niños pequeños cuando encuentran a "su amigo" y no lo sueltan por nada del mundo. Quiero soltarte, quiero que vueles, quiero que seas feliz. Quiero, por encima de todo, que antes de hacer nada, simplemente seas. El problema es que ni te han dejado ni te dejan, y no te das cuenta.


Dueles. Te han cambiado; tus entrañas, toda dentro te han modificado, despreciado, a nadie le gusta tu pasado y te inventan. Dueles, como duelen los engaños. Dueles, como cuando no puedes comprender porque alguien sigue empeñado en sufrir por una persona que sabes que ni tan siquiera la miró. Es esta incomprensión, esta frustración que trae lo absurdo, lo que duele.

Es mi guerra, porque esto va mucho más allá de vosotros. 

Leo y releo el tan mencionado artículo de la Constitución, ése que habéis infringido junto a tantos otros: prevaricación, desobediencia, sedición, amenazas, coacción... Cualquiera con un mínimo sentido de la lógica no puede entender porqué, siendo la Constitución nuestra norma suprema, está tardando tanto en aplicarse en este caso concreto. Y te miro, en esas ingentes masas de gente enfrentadas, que se odian, se gritan, se pegan, se hacen daño. Y pienso, que tal vez aún no se aplica el artículo 155 porque, ¿qué sería de vosotros si se detuviera a todos lo que han delinquido? ¿Qué gobierno tendríais? ¿Quién distribuiría los recursos para educación, sanidad...? ¿Cuál sería tu futuro más inmediato? ¿Qué sería de tí? Dueles, y es por esto precisamente, porque dueles, por lo que tanto cuesta tomar una decisión que no busca otra cosa sino vivir, de verdad, en democracia y en paz.



Dueles, la verdad es que no sabía cómo decírtelo. Tenía la sensación de que me responderías con un "¡Y a mí más!" que me resistía a escuchar. Nunca quisimos llegar a esto, probablemente tú tampoco. Tal vez hayamos olvidado que el fin no justifica los medios. No existen las mentiras piadosas, todo, al final del camino, termina por doler.