martes, 30 de diciembre de 2014

Un final feliz, contento.


"Fue como son los cuentos, con final feliz, contento. Estábamos soñando pero estábamos despiertos. Fue la magia del momento. De llevar tanto sin vernos. Fue querer y no poder dar marcha atrás para el tiempo. Fue poder y no querer seguir mintiendo."


Tu llegada se hace larga. El viento ruge con fuerza y las hojas de los árboles vuelan descontroladas. Frío. Es la típica noche de invierno de saltitos ridículos para entrar en calor, narices enrojecidas y niños simulando fumar con el vaho que desprende su boca al respirar.

Cierro la puerta del coche con fuerza, y me acurruco en el sillón mientras mis manos buscan torpemente la ruedecita que regula la calefacción. ¡¡Calor, por favor!! Las ventanas están empañadas, los pies ni los siento, y cada cosa que mis manos tocan hacen que me estremezca. ¿Por-qué-tanto-frío?

 

Apenas diez minutos. Diez minutos en que trataré de escribir un breve post con que despedir este 2014. Un 2014 al que miro con detenimiento, desde el 1 de enero hasta hoy 30 de diciembre. Y sólo puedo dar las gracias. ¡Qué año tan fantástico! 2015, el listón está alto. Más, por favor.


Y aquí vamos con ello, antes de enterrarme bajo las mantas y dejar pasar esta oportunidad. No quiero escribir una necrológica sobre todos los que nos han dejado este año, sobre aquello que ha pasado y aquello que no. Tampoco haré balance de propósitos ni de metas conseguidas. Ni siquiera os voy a hablar de las del año que viene, cada uno tiene las suyas, originales o no, mejores o peores.

Una vez dicho esto, comencemos. Vamos con las reflexiones que trae consigo siempre un fin de año, el típico gin-tonic, en el sitio de siempre, con la mejor de las amigas con que la universidad me sorprendió hace ya más de 3 años.

Porque, ¿qué fue aquello?

Un frío enero de 2014, con sus 31 días y sus 31 noches. Lleno de propósitos, de sueños que se nos resisten y de objetivos conseguidos. Doce meses bien bonitos, con todos sus lunes y todos sus viernes. Con tanto que hemos vivido, tanto que ha pasado, y tanto que aún no ha llegado.

Not yet. No todavía, porque lo mejor siempre está por llegar.

Aquello fue muchas cosas. Fue volar y fue caerse. Y fue levantar el vuelo de nuevo.

Para algunos tal vez fue una derrota sin riesgo, un jugarse nada por el todo. Una pérdida de tiempo. Fueron las piezas de un puzle que decidieron dejar sin armar. Un perderse en el camino. Un miedo al NO. Un miedo al SÍ. Un miedo al simple miedo. Una torpeza, un desliz. Un malquerer. Y un engaño. Un corazón. Y otro.

Fue mirar, pero no ver. O ver, pero no mirar. Que esto nos pasa a menudo. Fue un perderse en lo superfluo. Y una caída sin suelo. Fue un salto en el vacío. Una sonrisa en el momento preciso. Y nuevas amistades donde menos imaginamos. Fue un concierto. Fue en un bar. Fueron diez paseos y medio. Fue una cerveza, dos cacahuetes, un hueso de aceituna, y una cuenta que pagar.



Fue tu silencio. Y mil palabras. Fueron frases sin sentido, donde el punto final no encontraba un lugar. Fue esa risa. Y los nervios. Y los fallos. Y las dudas. Y los problemas que no vimos venir.

Fue el torero, fue el toro. Fuiste tú echándole un capote. Fue el helado de vainilla. Y la concha en la arena que recogiste al caminar. Fueron sus huellas, que hoy sigo. Fueron los años, que contaba con los dedos de su mano. Fue una silla vacía, y el recuerdo de un perfume.

Fueron las decisiones, y sobretodo sus consecuencias. Fue un paso en falso. Y dos al frente, que de tu mano avanzo mejor. Fue una noche de San Lorenzo en que las estrellas jugaron al despiste. Y una alfombra de hojas crujiendo bajo los pies. Fue un libro. Fueron dos. O tal vez unos cuantos más.

Una ilusión. Un esbozo de sueño. Una maratón sin meta, y un viaje del alma. Fue esa camisa. Fue aquel caminar. Fueron dos cafés de máquina, y unas cuantas horas de estudiar. Fue una canción. Fueran treinta y seis. Fueron las sorpresas tras cada esquina, y las puertas que tuviste que cerrar. Fueron tres gráficos a todo color. Fue la LJCA, la ley 30/92, y unas cuantas muchas más.

Fue un nuevo horizonte. Un chocolate. Una aventura inesperada, y las suelas desgastadas por tu andar. Fue un plan perfecto. Fueron 4 horas para dormir, y 20 dormitando. Fueron varios milagros. Fue un reencuentro de los buenos. Fue aquel día, a aquella hora, en que nos sentimos dueños del mundo y nuestro destino.

Fue una frase. Fue tu lema. Fue el café, siempre el café. Fue Sidecars, fue La M.O.D.A. , Joshua Radin, Sam Palladio, Chip Esten, Clare Bowen. Y unos cuantos descubrimientos musicales más.

Fue un abrazo, un beso, una caricia y un guiño travieso.

Fue un patio de recreo en que el querer y el poder, el poder y el querer, jugaron al ratón y el gato.
 

Fueron días, con el sol en lo alto y la luna vigilante. Fue un 2014 inolvidable, un "puedo prometer y prometo" que no caerá en el vacío. 




 
"Y te fuiste sin decirme hasta mañana." (Fue solamente un beso-Tontxu)
 
PD: Feliz 2015!



martes, 9 de diciembre de 2014

Este cuento, va por tí.

Venía caminando bajo el alumbrado navideño que ya adorna las calles de Madrid. Perdida entre el gentío, sin saber muy bien dónde estaba ni hacia dónde iba. Perdida. Esa era la palabra.
 
 
 
 
Perdida en esos contratiempos que últimamente parecen hacer cola en mi vida. Perdida en el sinfín de hipotéticos horarios para llegar a todo (si los días tuvieran 49 horas, claro). Perdida en los sueños, en las esperanzas que había puesto en el 2014, en cuáles fructificaron y cuántas de ellas no.
Perdida en las que no, en los "quizás" a los que me aferro, en tu "quizás". Ése que se resiste a morir.

No iba disfrutando de este desconcierto, de las prisas que tropiezan con el paso tranquilo de otros transeúntes. De los Reyes Magos y los Papa Noel, de las decenas de belenes que adornan los escaparates, y el repiqueteo constante de una pandereta que ya no sé si suena o si la escucho por inercia.
 
No lo disfrutaba. Porque lo cierto es, que ni lo percibía.
 
Madrid no era más que un escenario por el que pasear, aire frío para congelar los problemas, ruido para no escucharme, para tratar de olvidar lo obvio: Esto ya se termina.
 
Y que no, que no era así como debía terminar. Ambos lo sabíamos, siempre lo supimos. 
 
 
Pero aquí estábamos. Dónde estabas tú, era una incógnita. Dónde estaba yo, también lo era. Porque cuando me llamó Blanca para saber donde estaba miré sorprendida la esquina que tenía frente a mí, y fui consciente de que no tenía ni la más remota idea. Había caminado, hasta donde mis pasos quisieron llevarme, hasta aquella esquina sin nombre, de esa calle infinita, anónima.
 
Ahí nadie podría encontrarme, ni siquiera mis pensamientos. Me despedí de ella no sin antes prometerle que llegaría a tiempo al plan. Y me senté en el escalón medio roto de aquella casa-puerta. Tal vez, quizá, fuera la primera casa-puerta que hubiera visto jamás en Madrid. Y fantaseé con la idea de vivir en aquel barrio alejado del bullicio, con el encanto de antaño. Puede que las casas no se encontraran en perfecto estado, pero así como eran, distintas, en aquel instante me parecieron preciosas.

Y pensé en TÍ, pensé en ellos, pensé en él, y sólo fui capaz de decirte "gracias".

Este cuento, va por TÍ.
 
 

Este cuento lo empezó un llanto. No fue el mío sino el tuyo. No fue triste. TÚ lo sabes bien. Fue un llanto de luz, de vida, y de esperanza.
 
Y es que no todas las lágrimas han de ser amargas, ¿verdad?
 
La idea de sentarme en aquel pequeño escalón no me pareció tan buena después de 10 minutos. La piedra estaba fría, y la esquina estaba a merced de los vientos de diciembre. Frío. Mucho frío.
 
Reanudé mis pasos. Me aventuré en las calles vecinas, sin saber muy bien cómo volver o cómo salir de allí. Busqué indicios de autobuses, metro... Aquello parecía un pueblo incomunicado dentro de la gran ciudad. Un pueblo para perderse, y para encontrarse.
 
El 25 estaba al caer, las semanas habían pasado rápidas, un diciembre llegado antes de tiempo. Así es como yo lo sentía.
 
Como el que da el último sorbo, y después, mira compungido esa gota que se ha quedado al fondo de la copa.

Como la última hoja del árbol, inamovible a pesar de la nieve que ha cubierto ya todas las ramas, que se niega a caer, a cerrar este otoño. A morir.
 
Y no me atrevía a soltarlo. Sólo por si, tal vez, y si... Quizás.
 
 
 

Ese "quizás" cargado de sueños, ilusiones. Ese "quizás" que dejó a medio escribir el futuro más perfectamente imperfecto que se escribió jamás.
 
Este cuento lo empezó un llanto, un llanto como no hubo otro en el mundo, en otro pueblo perdido del mundo, alejado del lujo y la opulencia. Este cuento lo empezaste, y ya hace tiempo. Pero aquí seguimos, dando gracias, siempre gracias, porque de no ser por tu llanto, de no ser por su arrullo, ni él ni yo, ni mis amigos ni familia, estaríamos aquí.
 
¿Te he dicho ya gracias? Gracias.
 
 
 
Escondí mis manos en los más profundo de los bolsillos del abrigo y mi mente voló a aquel mes de enero en que sus pasos y los míos se cruzaron por primera vez, en que llegó a mi esa idea, y despedí a aquella amiga. Mi mente voló a febrero, marzo, y mayo. ¿Dónde quedó abril? ¿Y junio? ¿julio? No me robaste uno sino tres meses, o tal vez te los entregué en bandeja y no quisiste tomarlos.
 
Lo cierto es que los perdí. Lo cierto es que podía recordar cada una de tus palabras, repetir cada uno de tus gestos, y olvidar tantos otros en que desapareciste, en que los "quizás" empezaron a aflorar con más fuerza, sin saber muy bien hacia que lado decantarse. Lo cierto es que las caídas habían durado más de lo normal, y había perdido facultades para levantarme. Lo cierto es que mi optimismo se había visto magullado, y había dejado de creer que aquello por lo que un día luché sería posible.
 
 
Y es que siempre hay dos caminos: quizás si, quizás no.
 
 
Los "quizás si" nunca fueron fáciles, suponía comenzar a asumir el riesgo del "si", de tomar un decisión, una elección que de una manera o de otra me cambiaría.
 
Aquel día cogí fuerzas de no sé dónde. Literalmente, sigo sin saber donde fui a parar. Un lugar que TÚ creaste como creaste Madrid o Andalucía. Aquel día rebobiné hasta recordar todos los momentos buenos, todos los consejos que me dieron, todo lo que la vida me enseñó, todo lo que me caí y me levanté. Recordé todas las sonrisas que recibí, y todo lo que me han dado sin siquiera haberlo pedido. Todas las sorpresas que me he llevado, todo lo malo que ha desembocado en algo bueno. Todo, por TÍ...
 
Los "quizás no" ya no eran una opción. Hoy era un nuevo "sí", sin importar el tiempo que tardara en realizarse, sin importar el cómo ni el dónde, sin importar las caídas que, probablemente, volvería a tener.
 
Quizás. Maravilloso quizás, sin él no tendríamos metas, ni tan siquiera nuestros sueños más descabellados.
 
Este cuento iba por TÍ, ¿recuerdas? Iba por ti porque aunque no sepa dónde fui a parar sé bien quién llevó mis pasos, como los llevas siempre. Este cuento va por TÍ, porque se acerca tu cumpleaños, porque el verdadero significado de estos días, de las luces y los villancicos, del turrón y las panderetas, es celebrarte a TÍ. Y algo tan grande no se olvida, por muchos miles de años más que pasen.
 
 

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Las cosas que nunca dijiste


Las cosas que nunca dijiste, los silencios que no guardaste, las palabras que jamás proferiste.



Los gestos que me hablaron de tí, que conversaban más que tus labios.  Y tu manera de andar, de revolverte el pelo y tamborilear con los dedos sobre la mesa cuando estabas pensando. Cuando estabas nervioso, cuando estabas contento y cuando estabas triste. Cuando en tu mente estaba a punto de surgir algo. Algo grande. Conocía de sobra ese movimiento, ese ritmo imparable, armonioso. Siempre igual, siempre el mismo. Mirabas al infinito, pero ¿qué veías?

Las cosas que nunca dijiste, las palabras que jamás salieron de tu boca. Las que adiviné tras tu sonrisa forzada al tener un día duro, tu calidez en el trato, y ese "gracias" y "por favor" que decías con total y absoluta consideración hacia el otro.

No era el qué sino el cómo.

La vida que jamás me contaste, y que yo intuía. Y esos castillos que construí aún consciente de la amenaza de ola, de tsunami.

Y, de la noche a la mañana, todo estalló.

Arrasaste con todo. Castillo, torreta, foso. No me dejaste ni un simple fuerte de guerra.


No hubo un gracias, ni un por favor. La sonrisa se mudó de tu rostro, tu brillo hibernó hasta desaparecer, tus buenos modales fueron cosa de un ayer. Un ayer que un día soñé, que no viví, que idealicé.

No fuiste tú, ahora lo sé. Ni en el principio ni en el fin. Sólo lo que yo quise ver en tí. Te dibujé unas miradas que no eran tuyas, unas virtudes de las que carecías, y te quité los defectos que te hacían único y especial.

Te robé la oportunidad de mostrarme quien eras de verdad, una y mil veces. Y lo siento.



Y volviste, y contigo tu sonrisa. La calidez de tu mirada, tus dedos poniendo música a los silencios, tus modos tan característicos y tu pausado caminar. 

Y entonces sí. Entonces llegaron las cosas que sí dijiste, las palabras que sí salieron de tus labios, el brillo que desprendían tus miradas mientras las decías. Y unos nuevos modos, unas nuevas manías, nuevas muecas en tu cara, y todo un mundo interior por descubrir.

Entonces sí, entonces ví los ladrillos. Y, uno por uno, fui construyendo una imagen consolidada de tí. Ahora sí. Porque no era el qué, sino el cómo. Siempre lo supe, siempre fue así. Sólo había que dejar actuar al tiempo, ese del que hablamos cómo si pudiéramos manejarlo a nuestro antojo, como si de verdad nos gustara esperar a que el tiempo cumpla su cometido. Y no nos gusta, no nos engañemos. Nos gusta tener el control de las situaciones y el tiempo suele desmontarnos ese intento nuestro de dominio. Pero, aunque a veces no lo parezca, éste suele ser nuestro aliado.

Fue el tiempo lo que me trajo tus palabras sinceras, tus sonrisas auténticas, tu risa estentórea y tu personalidad fuerte. Fue el tiempo lo que forjó aquella amistad, y el que me llevó hasta tí. 

Cayó el mito, como de costumbre. Malditos prejuicios, nunca tienen la razón.

Esta vez sí, esta vez quiero saber quién eres y no decidirlo con antelación. Empecemos de cero, ¿te parece?








domingo, 9 de noviembre de 2014

Déjame revivir aquel noviembre

Noche de caminos, de desandar nuestros pasos y echar un vistazo atrás. Uno rápido, me dices. Pero no estoy de acuerdo.

Esta noche no quiero avanzar, quiero quedarme aquí quieta, ajena a todas las vidas que corren de un lado para otro.



Tan sólo este silencio que llevo tiempo buscando. Al fin calma después de una semana en que las horas de dormir apenas llegaban a contarse con los dedos de una mano. Esta quietud, este café por placer y no necesidad. Este libro, y unas mantas. Cuaderno y boli, música de fondo, que hoy sólo quiero escribir, hoy sólo quiero pararme. 

Esta noche no cuentes conmigo. Esta noche no giraré al ritmo de este loco mundo. Esta noche me bajo.


Dame tu hombro. Déjame que apoye mi cabeza en él. Quiero vivir esta noche a cámara lenta, quiero poder fijarme en los detalles en los que no tengo tiempo de pararme. Quiero retroceder. Unos meses, unos días, unos años... Unas horas.

Quiero juntar todos esos instantes y saborearlos de nuevo. Quiero que por esta vez no exista el tiempo. Que no exista el ayer ni el mañana, ni tan siquiera el hoy. Que no existan las probabilidades, la incertidumbre, el dolor, ni las mariposas.



Déjame, por favor. Por esta noche, déjame para el reloj. Quiero agarrar esas agujas que marcan el ritmo de cada uno de nuestros pasos y hacerlas pedacitos. Déjame escuchar tu risa en modo "repeat" toda esta noche, y sentir como tu mirada eriza mi piel. Déjame sentir una vez más esas cosquillas, y volver a vivir el primer día que te ví, y el segundo, y el tercero.


Déjame revivivir aquel noviembre, porque tal vez fuera el mejor.  Porque si hoy no estás tú... Porque si tanto ha girado el mundo desde entonces... 

Déjame volver a aquel noviembre.
 

Aquel que vestía de blanco sus noches, que jugaba al escondite con la luna y siempre perdia, que olía a castañas asadas, a lluvia sobre el asfalto, a nostalgia de un tiempo que fue mejor.


¿Y si cualquier tiempo pasado fue mejor?

¿Qué esperanza tenemos si nos escondemos tras el ayer? ¿Si lo convertimos en una excusa para evitar el riesgo? ¿Si definimos nuestras vidas sobre lo que fuimos y no sobre lo que seremos? ¿Qué esperanza?

Déjame revivir aquel noviembre, porque tal vez fuera el mejor. 

Hasta hoy...



martes, 14 de octubre de 2014

Cuestión de vecindario.

La verdad es que no pensaba escribirte. No es que no pensara en tí. Pienso en tí cada día y casi a cada hora desde el lunes pasado, cuando media España entró en histeria por tu ingreso en el hospital. 

Tampoco pensaba escribir sobre el tema, y es que cuando tan sólo habían pasado dos días yo ya rehuía todo tipo de conversación que girara en torno al ébola. Tenía la sensación de que la estupidez humana estaba a flor de piel, de que estábamos siendo egoístas y unos desagradecidos, de que nadie pensaba en lo importante, en tí. 

Ana de Pablo ya te escribió una carta preciosa que ha dado la vuelta al mundo gracias a las redes sociales y a la cual me remito total y absolutamente. Creo que no tengo más que añadir ni decirte de mejor manera que nos importas, nos importas mucho. Y que estamos pendientes de tu evolución y te deseamos una pronta mejoría. Que, lo creas o no, te importe o no, hay quien reza por tí y por tu marido.

Como te he comentado antes, no pensaba escribirte. Pero esta noche, al pasar por delante del hospital no pude evitar alzar la vista hacia esas ventanas y tratar de imaginarte. Me detuve unos segundos, no mucho porque el frío ya ha empezado a apretar estos días. Sinesio Delgado estaba desierto. De cuando en cuando aparecía alguna persona corriendo, pero la sensación era de absoluta calma. Estaba escuchando Duncan Dhu de fondo, recordando las cosas bonitas que había vivido hoy. Caminaba a un lado de la carretera, tu lado. Dejé atrás las Torres, la luna me perseguía. Y me dejé llevar un poco por la serenidad de esas horas. Bajando la pendiente empecé a ser consciente de a qué altura de la calle me encontraba, y algo me impulsó a parar la música, a detenerme y mirar hacia las ventanas. Esas que no paran de salir en la prensa. Y traté de imaginar lo que habría tras ellas. Y lo que hay tras ellas eres tú, Teresa. Valiente luchadora.  Era una sensación extraña, lo admito. A ello contribuye el "tinglao" que han montado, una termina por sentirse parte de una película al tratar de avanzar, pedir paso a los policías para cruzar, y mirando al suelo con aprensión para no tirar ni una sola de las cámaras, no deslizar el pie entre ninguno de los cables y provocar el desastre. 

No te ví, por supuesto que no. No sé por qué razón tendría esa necesidad de mirar hacia las ventanas, pero como es obvio no te ví. Aún así sabía que ahí estabas tú. Y fue entonces cuando me dí cuenta, cuando fui verdaderamente consciente, de que no es sólo que viva al lado de hospital en que se están tratando los casos de ébola, sino que vivo al lado de tí. Una heroína, como tus compañeros. Fue entonces cuando fui consciente de que estos días somos vecinas, Y quería que supieras que más allá de toda la política que se está haciendo en torno a tí, más allá de tanta estupidez como se ha dicho, tú nos importas. Y tienes a muchos, muchísimos vecinos de este barrio (¡y no vecinos!) que cada día pensamos en tí y pedimos por tí al Jefe, a Dios.

Querida Teresa, no sé si leíste la carta de Ana de Pablo, pero ahí se refleja el sentir de gran parte de los españoles. No sé tampoco si me leerás a mí, pero sólo quería que supieras eso. Que, mientras te escribo esto, a escasos minutos de tu ventana, te deseo de todo corazón que te recuperes bien y pronto. Que si hace falta un milagro nosotros lo pedimos. Que me impresiona esa actitud tuya que reflejan los periódicos, ese afán de ayudar a tus compañeros, ese cuidado extremo con que los tratas. 

Querida Teresa, me despido ya, buenas noches. No te rindas, nosotros no lo haremos.




martes, 7 de octubre de 2014

Happy, thank you, more please.

Entras fuerte, Octubre. Mucho más de lo que esperaba. Hay quien contaba los días, y a fin de cuentas no estabas más que a una vuelta de hoja del calendario. No ha sido algo improvisado.  Yo te esperaba con ganas, muchas ganas. Dejaba atrás uno de los meses más bonitos del año para darte paso. Octubre, con "o" de otoño. ¡¡Y lo que a mí me gusta!! 



Has entrado fuerte, alocado, y algo despistado. No nos aclaramos, ¿frío o calor? Pero no importa, todo se te perdona. ¿Cómo no te iba a perdonar si has traído tantas alegrías cuando no llevas ni 10 días aquí? Adoro esta vida en que, tras cada esquina, se esconde una sorpresa. Me gustan las buenas, sobretodo las buenas. Las malas...¡bueno! Gustar tal vez no sea la palabra exacta. Pero, ¿por qué hablar de sorpresas malas si todo lo que has traído hasta ahora ha sido tan bueno? 

Si cuando menos te lo esperas, ¡pim! ¡pam! ¡pum!

Querido Octubre, haz lo que quieras con este tiempo. Pon nubes, quítalas. Pasea un poco más el sol, haz rugir el viento. Por mí, como si estalla una tormenta en el peor de los días. Pero por favor, no nos prives de las buenas personas.

No nos prives de los buenos momentos, los MOMENTAZOS, así con mayúsculas. No nos prives de las amigas, de las grandes amistades, y de esas alegrías compartidas. Dicen que compartir es vivir, pero nunca lo llegué a entender bien. Creo que se le puede dar múltiples significados. 

Imagen del videoclip "Qué bien" IZAL. Temazo donde los haya...

Hoy sé, que compartir es vivir por varias razones. No sé que ocurrirá cuando yo comparto algo bueno, aparte de que mi alegría personal se ve multiplicada por mil. Pero sí sé lo que ocurre cuando a una amiga le pasa algo bueno, algo que merece. Y lo que pasa es que vivo. Y si creía que ya vivía antes no me equivocaba, seguía respirando, mi corazón seguía latiendo, y todo seguía igual. Pero no, nada sigue igual. Porque esa alegría de algún modo ahora es también mía. Y vivo, vivo por dos, vivo por ocho, vivo por todas esas alegrías y esas cosas buenas que le pasan a la gente que quiero y que sé bien que merecen.



Querido octubre, mil proyectos por delante. Mucho trabajo, mucho estudio, sí. Pero ¡muchas gracias! Por poder estar al pie del cañón, por tener ilusiones y ganas, por tener el plan perfecto para esta vida. Y sobretodo, por todas las personas que me rodean.

Annie: Muy Bien…Hará un año, iba en un taxi y el taxista, de la India, comenzó a decirme, comenzó a decirme todo tipo de cosas. Él…Me miraba por el espejito retrovisor y me dijo: “La dicha…La dicha es tu derecho inalienable”. Y pregunté: “¿45 y Madison?” y dijo: “Tienes gran potencial en esta vida. La clave de tu vida es la gratitud. No das las gracias lo suficiente”. Y pregunté: “¿Cómo hago eso?” respondió: “Es simple. Da las gracias”. Continué: “Bueno, ¿cuándo?” y prosiguió: “Todo el tiempo. Ahora mismo”. Y dijo que después de decir: “Gracias”, debería decir “Más, por favor”. (Diálogo de la película Happythankyoumoreplease)

Hace unos días, cuando septiembre apuraba las horas, miles de católicos vinieron a Madrid a la beatificación de un sacerdote español llamado Álvaro del Portillo. Y se nos quedó a todos en la mente esta frase que decía él cuando rezaba: Gracias, perdón, ayúdame más.


Es una bonita forma de rezar, y una bonita forma también de tomarse la vida. Dando gracias, por tantísimo que se nos ha dado. Pidiendo perdón, porque afortunadamente no somos perfectos, y a veces hacemos daño, y lo sentimos, y cuando algo se siente hay que decirlo. ¡Que aquí nadie es adivino! Y pedir ayuda, todos a una como Fuenteovejuna, que sino no se puede. Lo inesperado de esta vida a veces nos llena, pero otras veces nos vacía. Y afortunadamente, todos tenemos un hombro en que apoyarnos. Y si no lo tienes, búscalo. Y si ves que alguien no lo tiene, ofrece el tuyo. Porque aunque a veces lo pueda parecer, aquí nadie es Batman o Mr.Increíble, todos nos necesitamos. De hecho, ellos también.



No hace mucho escuché en una conferencia una comparación que me pareció buenísima. Somos jarrones chinos. Tú eres una persona única, y tremendamente valiosa, especial, incomparable. Pero no solo tú. El que tienes al lado, también. Y el de tu izquierda, y el de detrás, y el de más allá. Trátalos como tales, cuídalos con ese esmero. Porque hacer feliz a alguien, ¡¡es demasiado fácil!! Todo es querer, basta querer. En los dos sentidos: voluntad, y cariño. Querer, pero querer bien.

Tal vez esta entrada haya rozado la filosofía de Punset, o el "coaching" que tan de moda está. No era mi intención. ¡Feliz octubre, feliz otoño! ¿Qué más nos traes?

martes, 23 de septiembre de 2014

Viajando, sin aviones.

"Que yo no quiero París con aguacero, ni Venecia sin tí."

Fue una de de esas noches de luna llena, en que el cielo estalló en mil pedazos irreparables. Un llanto desconsolado, casi furioso. Diluvio en septiembre. Decenas de personas desprevenidas se cubren con lo que encuentran, otras sencillamente se dejan mojar. Y tú, impasible, indiferente ante este caos, resguardado bajo ese paraguas negro espantoso que trajiste de Irlanda. Miras al frente, aparentas serenidad, pero a los que te conocemos no nos engañas. Muestras esa expresión decidida que tienes a veces, el ceño un poco fruncido, y el pie derecho golpeando nerviosamente la acera.


Aguarda, ¿qué haces?


¿Por qué te vas? Sé bien que ha llegado el autobús, pero no es tu dirección. ¿Por qué subes? Hace tiempo que el reloj marcó las 11, pronto dejarán de circular y tardarás el doble en llegar a casa. ¿Por qué? Levántate. No te dejes caer así en el asiento. Venga, no te adormiles. Bájate de ahí. Así no llegarás a ninguna parte.



Nada, no haces caso. Y un desfile de luces y sombras corre tras el cristal. Y tú respiras por rutina, cierras los ojos, y dejas paso a la oscuridad. No te enredes en los detalles, es más simple de lo que crees. Bájate, vuelve un poco atrás. ¡No pasa nada! Recorre de nuevo tus pasos, yo lo hago constantemente. Y olvídate de ese final feliz que prometiste. Si no lo quiero y tú tampoco, ¿por qué te empecinas? Es mucho más sencillo que eso. Huye de los clichés, de esta soga que te ahoga y te dice qué puedes hacer y qué no. Ya te he dicho que no quiero París con aguacero ni Venecia sin tí. No quiero una cena en el Empire State ni un viaje por la India. No quiero otro destino que seguir este rumbo que he decidido, lleve donde lleve. 

Y es que sólo quiero que el mañana nos pille despistados, entre risas. Navegando en los silencios. Hablando, sin palabras. Viajando, sin aviones. Volando, con el alma. Y es que no pido nada, tan sólo que el sol nos conceda una tregua. Detener este instante, que no volveremos a vivir. ¿Qué importa el cómo cuándo existe un por qué?


No quiero nada más, sólo que te quedes, que os quedéis tú y tu espantoso paraguas. Y no haces caso, y mientras veo como el autobús ya dobla la esquina, y tu expresión cansada tras el cristal. 

Y te alejas. Te alejas para no volver. ¡¡No vuelvas!! Porque estos pasos ya no se cruzarán por tu camino, estas huellas nos las verás al caminar. Te alejas. Y sólo quiero que en algún momento griten "¡corten!" y terminar esta escena. Y sólo quiero que desaparezcas con un simple pestañeo. Y sólo quiero, sólo quería. Ya no sé ni qué quiero.

Breve relato tomado tras estar esperando el autobús y observar esta escena. En cada esquina, en cada persona,  se esconde una historia.

"Dejémoslo correr, guardaremos bajo llave hasta el último detalle, y que pase lo que tenga que pasar."



domingo, 14 de septiembre de 2014

Cuélgate de la luna.

Balancea un rato los pies desde allí arriba. Despacito, sin miedo. 
Dime, ¿qué ves? 




- Tiene gracia. Hace días que hay una cosa que me quita el sueño, una cosa minúscula que a fuerza de darle tantas vueltas he terminado por convertir en una pelota enorme de problemas inexistentes. Un granito de arena convertido en montaña.

Bueno, ¿ y a quién no le ha pasado alguna vez? La vida es mucho más sencilla de lo que pensamos, pero muchísimo más.

- No sé, es como si al estar aquí arriba se cayeran todas las piedras que llevaba en los bolsillos. Me siento ligero, ilimitado, libre, capaz. Venga, anímate y sube. 

Alza la mirada y cuélgate de la luna.

Allí los
sueños no tienen coste, ni garantías de devolución. Las ilusiones vienen en packs de 2x1 con una pequeña dosis de voluntad de regalo. Allí los amigos se cuentan con los dedos pero el aprecio recíproco no tiene medida. 
Cuentan que allí hay un cirujano del alma, y que si tienes suerte te hace unos retoques que logran unos 10 años más de juventud lo menos.


Roverandom, Tolkien


¿No me crees? Sube y después me cuentas.

Pero no te olvides de bajar, que aquí te necesitamos.


"La vida no está hecha de deseos y sí de los actos de cada uno." (Paulo Coelho)


Cuentan que por la luna no pasan las estaciones, y que hay días que parecen ser de septiembre, junio y diciembre. Todo a la vez. Cuentan que hagas lo que hagas, bien o mal, siempre avanzas porque siempre aprendes. Y que
cada derrota esconde una victoria en el bolsillo. La victoria de un amigo que te apoya, de esa familia incondicional, de aprender de uno mismo y crecer por dentro. 

Cuentan que la luna no baila con las estrellas, ya no. Está más pendiente de que ni tú ni yo olvidemos por rutina esas ilusiones dibujadas en la arena. Está ocupada en dibujarte esa sonrisa con que me alegras toda una semana. 


Cuélgate de la luna, colúmpiate fuerte. Sube alto, muy alto. Hazte pequeño y sueña a lo grande. Construye castillos, afiánzalos bien. Siéntete invencible, porque lo eres. Sopla las nubes, apártalas. Tarde o temprano se irán, ten paciencia. 



Cuélgate de la luna, por favor. Deja de mirarte a tí mismo y tus limitaciones.

Este septiembre, cuélgate de la luna y dale gusto. Si tú sonríes, también sonrío yo.



"No creas lo que tus ojos te dicen. Sólo muestran limitaciones. Mira con tu entendimiento, descubre lo que ya sabes, y hallarás la manera de volar." (Juan Salvador Gaviota- Richard Bach)

sábado, 19 de julio de 2014

Una concha entre las piedras.


Necesitabas tiempo, y yo también. Tal vez algunos fueran directos, sin preliminares ni nada. Pero yo necesitaba observarte, conocer tus movimientos, estudiarte. Me senté cerca y te miré. Absorta en tu suave murmullo, tu forma de mecerte. De entrar con todo y retirarte. Ese estallido y después….

Calma.



Yo también quería formar parte de eso.


A mí me enseñaron a amarte. Pero también a temerte.

Amarte, no me costó. Encarnabas la autenticidad, lo espontáneo, lo cristalino y lo llano. Como decimos ahora, “cero postureo”. Tal cual te veía, tal cual eras. Un aura de misterio, sí. Impredecible, ¿pero quién no? Valentía, serenidad, decisión.  De algún modo lograbas la armonía entre el riesgo y la prudencia. De algún modo evaporabas toda complicación de mi vida.


Aprendí a perderme en tu horizonte, a dejarme llevar. A ver en tu azul un poquito de verde, en tu verde un poquito de azul. Y coral, blanco, nácar... Que ni todo lo bueno es totalmente bueno, y ni todo lo malo es solo malo.


Hay preguntas que es mejor no hacerse. Pero si me las hacía, tú y sólo tú tenías las respuestas.  Las ponía a tus pies, las dejaba ir contigo. Y tú me traías de vuelta algo muy grande, algo portentoso, envuelto en espuma de mar.


Me enseñaste a escuchar el silencio. 


Me enseñaste a pensar, pero también a actuar por instinto. Y aprendí, que si quería cangrejos era posible que me llevara un buen resbalón. Pero que si quería peces tendría que mojarme el culo. Sin riesgo no hay victoria, ¿no es eso lo que dicen?

También dicen que cuando una puerta se cierra se abre una ventana. Que después de las nubes sale el sol. Y que siempre hay una luz al final del túnel. Al final todo lleva a lo mismo. Siempre hay una concha que coger, algo que destaca por encima de lo feo. Siempre hay algo, siempre hay algo bueno en todo.

Temerte, tampoco me costó. Ya de lejos se veía que exigías respeto, obediencia. A veces espacio, distancia. El peor de los días podías ser indómito, y aun así… Te miraba en tu serena turbulencia y sólo podía pensar que algo tan grande solo puede haber sido creado por Dios, digan lo que digan.


A veces regreso a ti por puro placer, otras es necesidad. Sabes poner los pies en la tierra, afianzar los castillos que merecen la pena, destruir los que no son más que polvo.   De algún modo, sabes. De algún modo sin ser, eres. De algún modo...


"Necesito del mar porque me enseña:
no sé si aprendo música o conciencia:
no sé si es ola sola o ser profundo
o sólo ronca voz o deslumbrante
suposición de peces y navíos."
(Pablo Neruda)


jueves, 10 de julio de 2014

La delgada línea entre el cielo y el mar.

Debió ser una siesta larga, pues cuando desperté todo estaba oscuro. Al salir de la habitación me topé con toda la familia al completo: vestidos de punta en blanco, con una copa de vino en la mano y charlando alegremente. Los más pequeños corrían por toda la casa. 
Sobre las mesas había comida deliciosa y con una presentación cuidada al detalle. Esos platos chic que solo ves en las revistas y en los restaurantes más pijos, esos platos que cuestan un ojo de la cara, y si te apuras los dos. Esos.


Miraba a mi alrededor sin decir palabra hasta que una de mis hermanas me llamó para presentarme a “Fulanito”, un hombre perfectamente “encorbatado”, elegante hasta decir basta, que había venido a celebrar con nosotros Dios sabe qué.

Me dirigí a la cocina para beber una taza de café y despejarme un poco. Y entonces, mientras me llevaba la taza a los labios, miré a través de la ventana para contemplar el mar. Y ahí, ahí donde yo pensaba que estaba la noche, el cielo oscuro e inmenso en su soledad. Ahí. Ahí donde con la punta de un dedo dejamos escapar el sueño más profundo. Ahí, en la más profunda penumbra en un día de verano, empecé a vislumbrar una luz blanca moverse a lo largo del cielo. Y después otra. Y otra. 
Recordaban vagamente a las estrellas fugaces, pero no lo eran. Y no fue sino al cabo de unos segundos cuando me dí cuenta de que esos destellos que recorrían el cielo eran espuma del mar. 




A mi lado se apostaron un par de hombres acompañados del señor "encorbatado", vestían un bañador y un chaleco salvavidas.


-          ¿Qué? ¿Te animas tú también?-me dijeron.

Sorprendida volví a mirar aquellas luces. Y empezaron a cobrar nitidez. Descubrí que eran lanchas motoras sorteando el mar, cabalgando el horizonte, dibujando lo que yo pensé que era el cielo, brillando por el influjo de una luna que yo no alcanzaba a ver.  

Me acobardé. ¡No distinguía el cielo del mar! Temor. Respeto. Paz. Estaba contemplando algo bello, y algo que en cierto modo me aterraba.  Todo era el todo. El todo y la nada...


Desperté con una sensación extraña. Salí de mi habitación, igual que en el sueño. Pero esta vez la casa no estaba invadida de olores y manjares. Ya no había un mar que contemplar, ni extraños a los que atender. Tan sólo dos de mis hermanos rondaban por ahí. Esta vez no se rieron de mis sueños extraños y sinsentido de los que tanto me acusan. A veces en mis sueños se conectan las ideas más dispares y extrañas que pueda llegar a imaginar, y acabo contando auténticas historias con las que se desternillan de risa. Pero esta vez no fue así. Y entonces, mi hermano "el filólogo" respondió:



-          Es  bastante curioso. Has soñado un romance.

Nada más decirme eso yo hice ademán de levantarme e irme. Las ventajas/desventajas de tener un hermano filólogo es que, cuando le da por ser pesado, no sólo te corrige cada expresión, cada punto y cada coma (que en este texto debe haber unos diez mil fallos de ese tipo...). Sino que en el momento más inesperado te suelta algo de ese estilo.

-          Has-soñado-un-romance.


Como diría uno de los niños que cuido “¡Toma Geroma pastillas de goma!”.
Y sí, no tardó ni dos segundos en dar con el romance del conde Arnaldos al que según él tanto se parece mi sueño. Y, como me gustó, aquí os lo dejo.

Quién hubiera tal ventura

sobre las aguas del mar,
como hubo el conde Arnaldos
la mañana de san Juan

yendo a buscar la caza
para su falcón cebar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar

las velas trae de seda
jarcias de oro torzal
áncoras tiene de plata
tablas de fino coral

marinero que la guía
diciendo viene un cantar
que la mar ponía en calma
los vientos hace amainar

las aves que van volando
al mástil vienen posar
los peces que andan al fondo
arriba los hace andar.

Allí habló el infante Arnaldos
bien oiréis lo que dirá
"Por tu vida el marinero
dígasme ahora ese cantar"

Respondiole el marinero
tal respuesta le fue a dar
"Yo no digo mi canción
sino a quien conmigo va"





Sinceramente, tuve que leerlo unas cuantas veces hasta entenderlo del todo y ver un poco la relación que tenía uno con otro. Porque así de primeras, no sé vosotros, pero yo no veía nada de nada. La ventaja/desventaja de tener un hermano filólogo, es que luego te suelta algo así como que el mar simboliza la muerte o un futuro cambio. Y no puedo evitar  recordar Harry Potter y el prisionero de Azkaban, el momento en que la profesora Trelawney dice: 




"Es importante que el hombre sueñe, pero lo es igualmente que pueda reírse de sus sueños"

 (Lin Yutang)






sábado, 14 de junio de 2014

Y que le guste la lluvia.

Y que le guste la lluvia.


Y que se empape sin miedo. Que mire al cielo y trate de contar las gotas que resbalarán por su frente hasta rozar sus labios. Una. Dos, tres. Cuatro, cinco, seis-siete-ocho...

Vaya, parece que llueve más de lo que parecía. No corras, ¿Para qué? ¿No ves que ya no hay forma de que tu ropa quede seca?

Párate, y escucha. Escucha las risas de los niños, esos pies chapoteando, esa furia que golpea los charcos, esas cataratas que se forman en algunas pendientes, esa gota al entrar en contacto con el charco que inevitablemente has pisado. Escucha.

¿Piensas en comprar un paraguas a ese hombre que pasea entre los semáforos? Olvídate. Mira qué viento hace, en dos minutos tu paraguas habrá volado. Detente. Observa.


-          Qué rara eres.

Pero ya poco me importa. Si hubo un tiempo en que me influyó lo que decías no es este. Elegí hacerme más caso a mí que a ti. Decidí no ajustar mis gustos a tí, aunque ello supusiera que nuestro puzzle quedara truncado. Quería encajar, claro que quería. Estaba dispuesta a mucho para incrustarme como hiciera falta en ese futuro que tan perfecto me parecía. 

Hasta que  descubrí, que no te gustaba la lluvia.


Elegí que no sólo me gustaban los domingos de lluvia, me gustaban también los lunes, los martes…Incluso, los viernes.



Eso de “sofá, manta y peli” lo reinventé una y mil veces. Y descubrí que Jack Johnson podía ser una buena banda sonora para esos días en que el aguacero rebota contra el cristal, y beberte sus palabras mientras haces ese brownie para por la tarde. O para escribir, o para pintar, o para poner un poco de orden en la habitación, o sencillamente para disfrutar...





Y dejó de llover. Y recordé como de niña pensaba, que si hubiera un genio al que pedir deseos, uno de ellos sería (sin duda) embotellar el intenso aroma que dejó tras de sí. Retenerlo en un frasquito, congelar este recuerdo, esta indescriptible sensación que transmite el olor a tierra mojada. 


¡Qué paséis un feliz y soleado mes de junio! ¡Y que disfrutéis de las tormentas veraniegas! :) 

Acabo de darme cuenta de que hoy hace un año que empecé el blog, ¡así que aprovecho para agradeceros a todos que me sigáis leyendo! Descubrir en cada entrada que escribo un mayor número de visitas me hace mucha ilusión.