martes, 23 de septiembre de 2014

Viajando, sin aviones.

"Que yo no quiero París con aguacero, ni Venecia sin tí."

Fue una de de esas noches de luna llena, en que el cielo estalló en mil pedazos irreparables. Un llanto desconsolado, casi furioso. Diluvio en septiembre. Decenas de personas desprevenidas se cubren con lo que encuentran, otras sencillamente se dejan mojar. Y tú, impasible, indiferente ante este caos, resguardado bajo ese paraguas negro espantoso que trajiste de Irlanda. Miras al frente, aparentas serenidad, pero a los que te conocemos no nos engañas. Muestras esa expresión decidida que tienes a veces, el ceño un poco fruncido, y el pie derecho golpeando nerviosamente la acera.


Aguarda, ¿qué haces?


¿Por qué te vas? Sé bien que ha llegado el autobús, pero no es tu dirección. ¿Por qué subes? Hace tiempo que el reloj marcó las 11, pronto dejarán de circular y tardarás el doble en llegar a casa. ¿Por qué? Levántate. No te dejes caer así en el asiento. Venga, no te adormiles. Bájate de ahí. Así no llegarás a ninguna parte.



Nada, no haces caso. Y un desfile de luces y sombras corre tras el cristal. Y tú respiras por rutina, cierras los ojos, y dejas paso a la oscuridad. No te enredes en los detalles, es más simple de lo que crees. Bájate, vuelve un poco atrás. ¡No pasa nada! Recorre de nuevo tus pasos, yo lo hago constantemente. Y olvídate de ese final feliz que prometiste. Si no lo quiero y tú tampoco, ¿por qué te empecinas? Es mucho más sencillo que eso. Huye de los clichés, de esta soga que te ahoga y te dice qué puedes hacer y qué no. Ya te he dicho que no quiero París con aguacero ni Venecia sin tí. No quiero una cena en el Empire State ni un viaje por la India. No quiero otro destino que seguir este rumbo que he decidido, lleve donde lleve. 

Y es que sólo quiero que el mañana nos pille despistados, entre risas. Navegando en los silencios. Hablando, sin palabras. Viajando, sin aviones. Volando, con el alma. Y es que no pido nada, tan sólo que el sol nos conceda una tregua. Detener este instante, que no volveremos a vivir. ¿Qué importa el cómo cuándo existe un por qué?


No quiero nada más, sólo que te quedes, que os quedéis tú y tu espantoso paraguas. Y no haces caso, y mientras veo como el autobús ya dobla la esquina, y tu expresión cansada tras el cristal. 

Y te alejas. Te alejas para no volver. ¡¡No vuelvas!! Porque estos pasos ya no se cruzarán por tu camino, estas huellas nos las verás al caminar. Te alejas. Y sólo quiero que en algún momento griten "¡corten!" y terminar esta escena. Y sólo quiero que desaparezcas con un simple pestañeo. Y sólo quiero, sólo quería. Ya no sé ni qué quiero.

Breve relato tomado tras estar esperando el autobús y observar esta escena. En cada esquina, en cada persona,  se esconde una historia.

"Dejémoslo correr, guardaremos bajo llave hasta el último detalle, y que pase lo que tenga que pasar."