Quizá nos toque correr, tras los sueños mucho tiempo. Quizá no estaba todo a un tiro de piedra. Quizá hacía falto algo más que hablar cuatro idiomas y medio, quizá no eras tan completo.
Quizá fue ayer cuando teníamos 17 años, cuando con el buche lleno de sueños cruzamos estas puertas que se nos hacían tan grandes. Quizá fue más de lo que esperabas, quizá aún no sabes ni explicarlo, que es aquí y sólo aquí a dónde perteneces.
Quizá aún no se ha inventado una palabra que lo defina, que te defina a ti, qué somos y qué queremos.
Quizá antes de ayer cumplí 15 años, y todos me felicitaron con esa frase tan manida de "la edad de la niña bonita" que aún sigo sin entender. Bonitas siempre, vamos hombre. Quizá fue ayer cuando comenzó el bombardeo, de preguntas digo:
¿Qué quieres estudiar?
¿Qué vas a hacer de mayor?
¿A qué te quieres dedicar?
Vamos a ver, pero a tí, ¿qué te gustaría ser?
¿Sabes ya si irás por ciencias o letras?
Quizá fue ayer cuando tomé una decisión que para bien o para mal me ha llevado hasta donde estoy, cuyo destino aún no está en el billete, cuyo viaje continúo, pero oye, ¡qué bonito viaje! Quizá escogí amar, amar aquello a lo que iba a dedicar tantas horas de estudio y una estresante selectividad que cuando hoy la recuerdo me da la risa. A menudo, hacemos montañas por un grano de arena, ahora lo sé bien.
Quizá te perdí en el revuelo, entre las viejas fichas de dibujo técnico y mis nuevos manuales. Quizá olvidé recordarte, cada noche y los veranos. Quizá no eras más que eso. Miento. Sé que no eras más que eso, un simple grano de arena que no supe ver en su momento. Quizá olvidé el perfume que desprendía tu piel, y el sonido de tu risa, y la intensidad de tu mirada, y tus manos de zurdo siempre llenas de tinta, y tu nombre escrito en mis cuadernos, y los chistes a tu costa, y lo que creí que eras, lo que pensé que dirías, lo que deseé que ocurriera. Quizá los años te dejaron ir, y de un modo u otro olvidé incrustarte en mi puzzle, esa pieza central que pensaba entonces. Quizá crecí, maduré de mayor o menor manera, y comprendí que no es bueno aferrarse a alguien, ya habías cumplido tu papel.
Y es que siento que fue ayer, cuando salí del colegio con una idea en mi mente surgida por los numerosos recortes de periódicos que había empezado a guardar desde hacía meses, aquéllos que reflejaban situaciones de malnutrición, niños soldado, pésima distribución de recursos, y una justicia que no hacía honor a su nombre. No podía hacerme médico e irme a África a salvar vidas, no iba a inventar la bendita cura contra el cáncer, ni salvaría a las tortugas. No iba a diseñar edificios de gran altura, ni estructuras determinadas con las que poder acoger a cualquier hombre sin hogar. No iba a cocinar platos junto a Ferrán Adriá, ni retransmitir la final del Mundial, ni rodar aquella película que a todos iba a gustar tanto. No iba a hacer nada de eso, no tenía ni la más remota idea de cómo responder a las incipientes preguntas sobre mi futuro, únicamente sabía lo que no era lo mío, y aquello que me gustaba y que quería estudiar. Quería cambiar el mundo, como queríamos todos, como querías tú y confesaste a todo el auditorio en el discurso de graduación. De un modo u otro, queríamos hacer la diferencia.
Nos lo habíamos tomado en serio, eso de que "los niños son el futuro del mundo" . Nos lo empezamos a creer, y lo olvidamos a los tres meses y veinte días de nuestra "vida de adultos"...
Los inicios siempre apasionan, con su apariencia sin estrenar, siempre extraños e inciertos, a rebosar de "super-poderes" , ésos que te harán enfrentarte con éxito a cada traba que surja en el camino, que lograrán que lo consigas, no importa qué, en esos instantes eres invencible, y eso mola. No hay otra palabra, los inicios mo-lan.
Y a veces conviene recordarlo, hacer acopio de nuestras fuerzas y devolvernos a ese momento en que con un punto de locura nos prometimos cambiar el mundo, pues sigo convencida de que si le añadimos una pizca de cordura, lo conseguiremos.
Y quizá nos toque correr, y soplar muchas velas de cumpleaños pidiendo deseos, y buscar dientes de león que echar a volar mientras abrimos nuestras miras, y remangarnos los brazos, y no dejarnos vencer por las circunstancias. Y no desalentarnos si las cosas no siguen el curso que esperábamos, y si los obstáculos van apareciendo a cada paso continuar la marcha. Porque aquél día éramos invencibles, tan sólo hay que volver a aquél día. Y querer, querer, y querer.
"(...) We’re so young. We’re so young. We’re twenty-two years old. We have so much time. There’s this sentiment I sometimes sense, creeping in our collective conscious as we lay alone after a party, or pack up our books when we give in and go out – that it is somehow too late. That others are somehow ahead. More accomplished, more specialized. More on the path to somehow saving the world, somehow creating or inventing or improving. That it’s too late now to BEGIN a beginning and we must settle for continuance, for commencement. (...) We’re so young. We can’t, we MUST not lose this sense of possibility because in the end, it’s all we have." (extracto del discurso de graduación de Marina Keegan)