domingo, 22 de febrero de 2015

Historia de un minuto

Cuenta un minuto, son 30 segundos, es una vuelta, y lo que tardaste en huir.
 
 
 
"El mundo es de Dios y se lo alquila a los valientes." Así rezan muchos carteles. Pero hoy decidiste no serlo. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Y si todo sale igual? ¿Y si nada sale bien? Miedo.
 
¿Miedo?
 
Un minuto, eso es lo que tienes antes de verle cruzar la esquina. Y decides escapar.
 
Caminas rápido, no vaya a ser que su ritmo al andar sea ligero y 30 segundos no basten para evitarse en el cruce. No miras, desvías la cabeza hacia la izquierda, -qué interesante parece esa peli que anuncian en la marquesina, ¿verdad?- Y la verdad es que si te preguntaran no sabrías ni qué cinta es, por muchas estatuillas a las que esté nominada, pues tu corazón sólo late acelerado, y tratas de silenciar tu respiración.
 
Te vuelves a enrollar al cuello la bufanda. Y, por si las moscas, te tapas de tal forma que sólo queden a la vista los ojos. Menos mal que es febrero, que se levantó el viento, y que mil papeles vuelan sin control, eso ayudará en tu escapatoria.
 
 
Cuenta un minuto, pero cuéntalo ahora. Siente cada segundo escapándose entre tus dedos, robándote una oportunidad que no volverá. ¿Te sientes culpable? ¿No? ¿Más seguro tras la huida? ¿No hueles ya las 500 noches que se avecinan? Hoy cumpliste 278. Temo decirte que aunque te robaron los días, las noches no.
 
Escapa, huye, no mires atrás. No hace falta que lo hagas. Siempre vuelve, siempre atrapa, siempre araña tu coraza hasta lograr crear un corte tan afilado y minúsculo como el de una hoja. Inesperado, incómodo, e inoportuno.
Son 30 segundos, los que separan que tus pasos y los suyos hoy se encuentren. Pero corres, porque hoy no es el día. Pero permíteme que te diga que nada evitará que te roben el mes de abril, que recuerdes a Sabina cuando vuelva a brotar sangre de la herida, que cuentes las noches que te quedan para olvidar, si es que es posible.
Pero corres, porque es esa sensación ficticia de haber logrado evitar la bala lo que te llena de un pasajero júbilo, de no tener que enfrentarte a decisiones para las que definitivamente no estás aún preparado.
 
Eso, eso es lo que alimenta tus pasos.
 
Cuéntalos, ¿lo ves? No he tardado ni 10 minutos en contar tu historia, y es que esto de correr es un vicio al que nos estamos acostumbrando. Tal vez cuando llegue el día, tal vez cuando admitas que ése es el día -porque algún día tiene que serlo-, tal vez cuando la sorpresa te asalte o seas dueño de tus actos. Tal vez, ese día, decidas quedarte.
 
 
 
 
 
 

lunes, 9 de febrero de 2015

Entre líneas


Son canciones, personas. Almas que escriben melodías, palabras con que acompañar un acorde, historias entre bastidores esperando salir tras cada estrofa. Una historia como la que aquí te cuento, que leí entre las líneas de una preciosa canción.


                                             "And I don't know what can I do about it."


Ayer te esperé. Era media tarde. Estaba ahí sentada, junto a aquel reloj con que jugaste a alargar las horas a tu antojo, a crear un nuevo sistema de minutos y segundos. Ahí sentada, incapaz de controlar los tiempos que un día me obligué guardar, incapaz de estirar los minutos como tú hacías cada tarde. ¿Dónde estás? ¿Por qué no llegas?

Nadie más lo percibe, lo sé. Estoy rodeada de decenas personas que no han aprendido que a su lado lo que hay es precisamente otra persona. Una persona, valiosa, inmensamente valiosa. No un medio para conseguir algo. Sólo que ellos, aún no lo saben. Pero tú lo sabías, y yo también. Y contemplo impotente como corren los minutos, como las horas se me escapan, y un vuelo furioso arranca las hojas del calendario. Pero no, tú no llegas.

 
¿Dónde estás? ¿Qué te detiene?

Me resisto a abandonar este banco, a perderme en ese gentío que olvidó su esencia y la del resto, a desviarme del rumbo que más anhelo y más difícil se vuelve. Y llega el invierno, primavera, verano. Insisto. ¿Dónde estás?

domingo, 1 de febrero de 2015

Y tú, cambiarías algo

Veintiocho son los días del mes menos común del calendario. Días de frío y viento, de canciones a la espera de ser escuchadas, de fotografías que han ido perdiendo color, de un baúl de recuerdos que decide abrirse aunque esta vez sobre-aviso, de una sonrisa perdida en un tiempo al que sabes que no volverás. Un tiempo al que aunque pudieras, no sabes si volverías.
Una pregunta, el silencio de rigor, y un debate acalorado. Ahora te lo pregunto a ti. Si pudieras volver atrás en el tiempo, ¿cambiarías algo?


Mi respuesta siempre ha sido "no". Pero aun así cada vez que me la formulan vuelvo a pensar bien mi respuesta, y creo que no sería tan descabellado que algún día terminara por decir "sí". Porque sí, joder, sí.

Sí que me gustaría haber evitado muchas cosas, muchísimas. O tal vez una, para que todo hubiera sido diferente. Y es que sí, sin duda habría cambiado todo de una manera abismal. Tanto que asusta. Tanto, que me hace preguntarme quién sería yo si aquel día, aquel mes de febrero, la vida hubiera decidido evitar aquel rumbo. Joder, sí. Claro que sí.

Y sé que tú también.

Aún así hoy lo vuelvo a pensar, a darle vueltas. Consciente de que las 3 de la mañana del 2 de febrero no es quizá el mejor momento para ello. Pero miro un poco más alrededor, y pienso no sólo en aquellas cosas que me fueron dadas sin permiso ni opinión. Pienso todas aquellas que sí que tuve bajo mi control, sobre las que tuve que tomar una decisión, las personas a las que decidí querer y a las que no, el rumbo que decidí tomar y tantos otros que rechacé. ¿Cambiaría algo?
Sé que no. Porque la vida me ha demostrado una y mil veces que de todo siempre sale algo bueno.


Y no me creo, no me creo a esas personas que van por la vida criticando por doquier, poniendo zancadillas a planeta y medio, y quejándose de su mala suerte. De no haber tomado tal o cual elección, de las enfermedades que han sacudido a su familia, de los problemas de dinero, de pareja, de amigos. Esas personas, ¿cambiarían algo? Tal vez me digan al unísono que sí, pero es que aunque pudieran rehacer su vida al completo encontrarían algo de lo que quejarse, algo malo en que fijarse. Qué fácil es, qué fácil es ir por la vida auto-compadeciéndonos.

 
Permíteme que te diga una cosa. Tú, si tú. Eres una persona afortunada, y lo más maravilloso de todo es que sigues sin creértelo. Mírate, mira a tu alrededor. Mira a esos padres que tienes a tu lado. Tal vez estén separados, divorciados, estén pasando por un momento difícil o tal vez fallecieran. Ya sé que tu vida no es perfecta, no lo es la de nadie. Tampoco la de aquella persona cuyos padres están casados y enamorados. Tu vida no es perfecta, la mía tampoco, y creo de verdad que eso es lo que más afortunados nos hace. Así que, permíteme que "nos" felicite por este gran don que hemos recibido. En serio, piénsalo. Voy a tratar de hacer de mi lema el tuyo "Todo pasa por algo, y por algo bueno y grande."

Aquel fracaso te hizo más fuerte, tal vez más trabajador, o más entregado en tus tareas. Aquel desaire te hizo más sensible, y desde entonces jamás has actuado con desdén hacia nadie, al menos no conscientemente. ¿Ese chico/a que no te hace ni caso? A ese chico/a le querrás hacer la ola cuando el día menos pensado alguien vea en ti lo que nadie ha visto (ni siquiera tú), porque reconocerás al instante a quien sí vale la pena. Aquel suspenso, en fin, mírate ahora, ¿tan mal fue tu vida por aquel suspenso? Fue complicado llegar a fin de mes. Y sí, tienes de que alegrarte majo/a porque eres de los pocos que "ven" a los más necesitados y no permanecen impasibles. Encontrarás mil y un razones por las que piensas que tu vida no es fácil, pero amigo, ahí está la gracia. Ahí entras tú y cómo lidias con todo. ¿No pensarías de verdad que eras un mero peón en este mundo no? Ni un alfil ni tan siquiera la reina, eres Bobby Fischer, así que te recuerdo que:

"Blancas mueven primero, y después, sigue el juego."


Ya puedes ir dando gracias, porque a base de esas cosas que considerabas malas has hecho crecer en ti un corazón grande y generoso. Y ese, es el mayor regalo que podías tener y puedes ofrecer. No olvides que para ver el amanecer no hay más remedio que pasar por la oscuridad. Sí, sí, lo sé. Esto lo he medio-copiado de una frase de Batman que soy incapaz de reproducir literalmente, pero allá dejo los derechos de autor.

Querido febrero, sobran las palabras. Me conoces bien. Eres mi forja, mi talón de Aquiles y mi punto de apoyo. La cara y la cruz. El sí y el no. Eres febrero, y te quiero, porque hay que quererte. Porque una parte de mí se sabe afortunada por todo lo que traes. Porque lo sé. No te cambiaría febrero. Volvería a pasar por todos y cada uno desde el 93 hasta hoy. Pero como -afortunadamente- eso no es posible, aquí me has dejado 26 días maravillosos para estrenar y disfrutar para que cuando pasen pueda decir: "No, no los cambiaría por nada".