Una vez conocí a una chica extraordinaria, sin igual. De
esas que la vida te pone en tu camino por una temporada, el suficiente para
considerarla por y para siempre una amiga incondicional.
Una vez, esa chica me contó su historia.
Caminaba por la vida descalza, sin pedir permiso, y sin
molestar. Siempre ocupaba la última los asientos del autobús, y cuando había un
abuelo de pie se levantaba al instante a cederle el sitio. Y sonreía. Cada mañana,
sonreía al conductor y le daba los buenos días. No importaba si llovía, nevaba,
tenía una carrera en las medias o ya llegaba tarde a un examen. Siempre te
sonreía y te deseaba un buen día.
-
Es lo menos que puedo hacer.-me dijo un día.- Al
fin y al cabo, estoy en deuda con la vida.
La escuché con sonrisa de tonta. Estaba acostumbrada a sus
frases misteriosas. Su filosofía de vida era parte de su “charming”, como
decíamos sus amigas para tomarle el pelo. Pero nunca dudé en acudir a ella
cuando necesitaba un consejo auténtico. De alguna manera, parecía ver lo que
los demás no podíamos.
Entonces, también lo estaré yo, ¿no?
-
Es posible.
- ¿Es posible?
La vida es azar, es destino, providencia. Es voluntad y es
esfuerzo. La vida es preciosa. Y la vida es ciega. Es una trampa, y es todo un
reto. La vida, bien vivida, es territorio exclusivo de los valientes.
-
¿Sabes? Yo, no iba a nacer.- me dijo entonces.
-
¿Cómo que no ibas a nacer?
Yo no entendía nada. ¿Acaso esa chica era diferente a los
demás? ¿Antes de nacer a ella se le dio la opción de elegir vivir fuera en
lugar de “dentro”? ¿Vio la familia que tenía y decidió dar marcha atrás?
Pues no.Y ahí radicaba la cuestión.
De ella no dependía
esa decisión. La más importante en la existencia de una persona, la
oportunidad de afrontar el reto de aprender a caminar, leer, y hacer un mundo
mejor (o peor, siempre hay opciones) no depende de uno mismo.
Irónico, ¿no? Resulta que no somos el “superhombre” del que
hablaba Nietzsche, resulta que nuestra propia existencia no está en nuestras
manos. ¿Qué nos hace pensar que en cambio podemos decidir sobre la de otros?
Recuerdo que cuando la conocí tenía un “cabreo monumental”
por un pequeño accidente entre una taza de chocolate, un tipo con cordones
desatados y una camiseta manchada como recuerdo del encuentro.
-
Un imbécil acaba de tirármelo encima.
-
Bueno chica, habrá sido sin querer.
-
Si, si ha sido sin querer. Pero mírame, ese
imbécil me ha dejado hecha un cuadro.
Ese imbécil le regaló un ramo de rosas de chocolate el día
que hicieron 2 años de novios. Ignoro en que desembocó todo el asunto años más
tarde…
Como decía, la vida es azar, es destino, es voluntad y es
esfuerzo. Y aunque parecen contradecirse estas opciones no lo hacen. O tal vez
sí. O será, que para poder ejercer tu voluntad, tienen que darte la oportunidad,
y eso ya sí que es algo que escapa a nuestras manos. Tal vez, tal vez sea eso.
-
Al final todo fue cuestión de un pataleo.-me
dijo.
-
¿Ah sí?
-
Sí. O eso es lo que a mí me han dicho. Parece
ser que la noche en que mis padres tomaron la decisión sobre mi futuro yo no
estuve muy de acuerdo, sabes que siempre he sido una rebelde.
-
Lo sé.
- Pues al parecer, yo no lo recuerdo- se apresuró
a aclararme- di una patada tan fuerte que de repente se dieron cuenta de que
estaba ahí. ¿Sabes? ¡Cómo si nunca lo hubieran sabido!
-
Bueno, ya sabes lo que siempre digo.
-
¿El qué?
-
Que lo más obvio, es lo más difícil de ver.
-
Ya, supongo. Y esa es mi historia, soy una
deudora perpetua, ¿qué te parece?
¿Que qué me parecía? Me parecía que yo también estaba en
deuda perpetua, y era la primera vez lo que veía así. Mi vida al fin y al cabo
no estaba tan mal como para pedir una devolución. Además, una vez que te dan la
oportunidad, el balón ya está en tu campo, y ya por fin depende de ti lo que
quieras hacer.
Y todo ese rollo tópico de vivir cada día como si fuera el
último, que si la vida son dos días, que la vida es un regalo…
De repente tenía
todo el sentido. Mi vida había sido un regalo.