sábado, 21 de diciembre de 2013

En deuda perpetua





Una vez conocí a una chica extraordinaria, sin igual. De esas que la vida te pone en tu camino por una temporada, el suficiente para considerarla por y para siempre una amiga incondicional.

Una vez, esa chica me contó su historia.

Caminaba por la vida descalza, sin pedir permiso, y sin molestar. Siempre ocupaba la última los asientos del autobús, y cuando había un abuelo de pie se levantaba al instante a cederle el sitio. Y sonreía. Cada mañana, sonreía al conductor y le daba los buenos días. No importaba si llovía, nevaba, tenía una carrera en las medias o ya llegaba tarde a un examen. Siempre te sonreía y te deseaba un buen día.

-          Es lo menos que puedo hacer.-me dijo un día.- Al fin y al cabo, estoy en deuda con la vida.

La escuché con sonrisa de tonta. Estaba acostumbrada a sus frases misteriosas. Su filosofía de vida era parte de su “charming”, como decíamos sus amigas para tomarle el pelo. Pero nunca dudé en acudir a ella cuando necesitaba un consejo auténtico. De alguna manera, parecía ver lo que los demás no podíamos. 

Entonces, también lo estaré yo, ¿no?
-          Es posible.
-         ¿Es posible?

La vida es azar, es destino, providencia. Es voluntad y es esfuerzo. La vida es preciosa. Y la vida es ciega. Es una trampa, y es todo un reto. La vida, bien vivida, es territorio exclusivo de los valientes.

-          ¿Sabes? Yo, no iba a nacer.- me dijo entonces.
-          ¿Cómo que no ibas a nacer?

Yo no entendía nada. ¿Acaso esa chica era diferente a los demás? ¿Antes de nacer a ella se le dio la opción de elegir vivir fuera en lugar de “dentro”? ¿Vio la familia que tenía y decidió dar marcha atrás?

Pues no.Y ahí radicaba la cuestión.

De ella no dependía  esa decisión. La más importante en la existencia de una persona, la oportunidad de afrontar el reto de aprender a caminar, leer, y hacer un mundo mejor (o peor, siempre hay opciones) no depende de uno mismo.

Irónico, ¿no? Resulta que no somos el “superhombre” del que hablaba Nietzsche, resulta que nuestra propia existencia no está en nuestras manos. ¿Qué nos hace pensar que en cambio podemos decidir sobre la de otros?

Recuerdo que cuando la conocí tenía un “cabreo monumental” por un pequeño accidente entre una taza de chocolate, un tipo con cordones desatados y una camiseta manchada como recuerdo del encuentro.

-          Un imbécil acaba de tirármelo encima.
-          Bueno chica, habrá sido sin querer.
-          Si, si ha sido sin querer. Pero mírame, ese imbécil me ha dejado hecha un cuadro.

Ese imbécil le regaló un ramo de rosas de chocolate el día que hicieron 2 años de novios. Ignoro en que desembocó todo el asunto años más tarde…


Como decía, la vida es azar, es destino, es voluntad y es esfuerzo. Y aunque parecen contradecirse estas opciones no lo hacen. O tal vez sí. O será, que para poder ejercer tu voluntad, tienen que darte la oportunidad, y eso ya sí que es algo que escapa a nuestras manos. Tal vez, tal vez sea eso.

-          Al final todo fue cuestión de un pataleo.-me dijo.
-          ¿Ah sí?
-          Sí. O eso es lo que a mí me han dicho. Parece ser que la noche en que mis padres tomaron la decisión sobre mi futuro yo no estuve muy de acuerdo, sabes que siempre he sido una rebelde.
-          Lo sé.
-      Pues al parecer, yo no lo recuerdo- se apresuró a aclararme- di una patada tan fuerte que de repente se dieron cuenta de que estaba ahí. ¿Sabes? ¡Cómo si nunca lo hubieran sabido!
-          Bueno, ya sabes lo que siempre digo.
-          ¿El qué?
-          Que lo más obvio, es lo más difícil de ver.
-          Ya, supongo. Y esa es mi historia, soy una deudora perpetua, ¿qué te parece?

¿Que qué me parecía? Me parecía que yo también estaba en deuda perpetua, y era la primera vez lo que veía así. Mi vida al fin y al cabo no estaba tan mal como para pedir una devolución. Además, una vez que te dan la oportunidad, el balón ya está en tu campo, y ya por fin depende de ti lo que quieras hacer. 

Y todo ese rollo tópico de vivir cada día como si fuera el último, que si la vida son dos días, que la vida es un regalo… 


De repente tenía todo el sentido. Mi vida había sido un regalo.

jueves, 12 de diciembre de 2013

-MADIBA-

No importa cuán difícil se ponga lo que tengas que hacer, si sabes que es lo correcto. 
Supongo que eso pensaría Nelson Mandela cuando las cosas se le pusieron difíciles. Cuando ya llevaba una buena temporadita en prisión sin saber si algún día saldría o no de entre aquellas paredes.


Nelson Mandela. 

El mundo ha querido rendirle su particular homenaje estos días. Un agradecimiento significativo por todo lo que ha aportado a la humanidad.

No hay palabras, supongo, para describir una persona así. Miles de artículos circulan por la red estos días, los hay buenos y los hay muy buenos. Pero las palabras se quedan cortas.


Dicen que no te das cuenta de lo que tienes hasta que lo pierdes. Lo cierto es que para mí Mandela siempre había sido un símbolo de Sudáfrica, un “personaje importante”, un luchador, un rebelde. Nunca sentí la necesidad de profundizar un poco más en su trayectoria. No supe hasta ahora de sus años de prisión, de sus luchas, de su capacidad de perdón, de todo lo que le debe la humanidad, que es mucho. No lo supe hasta su muerte. 

Después de haber leído los muchos artículos que se han escrito sobre él, haber “googleado” su nombre y averiguar que no sólo fue un político sino un abogado (¡ejemplar abogado, diría yo!). Después de haberme enterado de sus varios matrimonios, de sus sufrimientos, de sus ideales.. Después de todo eso, he terminado por comprender que, efectivamente, no hay mejor palabra para definirle que la que su mismo pueblo le puso: Madiba.




Madiba luchó por la libertad, pero entendiendo ésta en un doble sentido. Una libertad tanto externa como interna. Y entendió que su libertad interna la decidía él mismo. Madiba no podía defender la libertad siendo esclavo de su propio odio o rencor, y perdonó.

De todas las frases que dejó Madiba  (y que he leído hasta ahora), os dejo con esta:


“Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, o su origen, o su religión. La gente tiene que aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar, el amor llega más naturalmente al corazón humano que su contrario

viernes, 6 de diciembre de 2013

Queridos Reyes Magos



Se apartó el flequillo de los ojos y agarró el lápiz con decisión. ¡¡Este año ya iba a poder escribir la carta!! Miró con cierto aire de superioridad a su hermano pequeño, a él aún tenían que escribirle la carta, era demasiado “pequeñajo” como para saber escribir.

Se arremangó la blusa, sacó la lengua fuera para concentrarse mejor y armándose de valor comenzó a escribir con la mejor de sus letras.



“Queridos Reyes Magos: este año he sido MUY buena.” (Y que me quiten lo bailao)

“En primer lugar quiero pedir…”

Y aquí nos encontramos con dos modalidades:

A)     El niño que empieza pidiendo por la paz en el mundo, el fin de las guerras, que se acabe el hambre, que los pobres ya no sean pobres, que no haya niños sin familia… Y después, la lista de regalos.

B)      En segundo lugar nos encontramos con el niño que llena unas cuantas hojas con regalos y al final del todo, para salvar un poco el “postureo” final de portarse bien (porque los Reyes lo ven todo), añade algo así como…
PD: Ah! Por cierto! Y por la paz en el mundo!! Y lo subrayan en rojo varias veces para que destaque más ese arranque de generosidad.


Estos días Pedrito escribe la carta, y Pablo, y María, y Martina y Jaime. Y Juan, y George, y Elisabeth, y Ada, y ……

Miles de niños llenan hojas  y hojas de sueños, esperanzas, ilusiones.



Me sorprende cuando a veces el listo de turno dice que estaríamos mejor sin la Navidad. Que si hay consumismo excesivo, que si el capitalismo blablablá, ¡qué venga la revolución!... En fin, que hay gente pá tó, afortunadamente.

Pero no, diciembre no el mes del consumismo extremo. No es el mes de los regalos, ni de las facturas de la luz. No es el mes de los empachos de turrón, de las borracheras del siglo, de la fiesta del año.

Diciembre es especial, no sólo para quien encuentra en este mes un sentido cristiano.


Diciembre es, sin lugar a duda, el mes del soñador.

“Queridos Reyes Magos”. Tres palabras que inician la primera carta de nuestras vidas. Los destinatarios de nuestras ilusiones y esperanzas. De creer en lo imposible, porque si de algo nunca hemos dudado es de la magia de los Reyes para hacer todo posible.



Hay una palabra que me encanta. La dices en español y tampoco es que suene especial, pero en inglés parece adquirir fuerza propia: 

-BELIEVE-


BELIEVE era lo que necesitaban en Nunca Jamás para volar.

BELIEVE es lo que necesitas al final para todo en la vida.

Diciembre: reencuentros familiares, la casa a rebosar de parientes, de alegría, de villancicos y de turrón. Visitas a belenes, campañas de Navidad para que todos disfrutemos de estas fiestas. Madrid iluminado (¡de Madrid al Cielo!)


Sí. Pero sobre todo un mes de soñar, de coger carrerilla y volar. BELIEVE. 


domingo, 3 de noviembre de 2013

Los veinte brindis de los veinte.

Hace unos días llegó a mis manos una carta al director de una estudiante de medicina con la que me sentí del todo identificada. Hablaba de sus sueños en convertirse en diseñadora de moda. Sí, una estudiante de medicina que fantasea con patrones y bocetos, desfiles y pasarelas. Y lo que más me gustó es que afirmaba que le encantaba su carrera, que no la cambiaría por nada, pero que eso no quitaba que soñara con otras profesiones.

Me encanta mi carrera, es así, si no me gustara estaría loca por seguir en ella. Pero, como esta chica, suelo fantasear con otras. Sobretodo con el periodismo. 

Como veis no soy periodista. Pero algún día se escribirán artículos y entrevistas sobre ella. Y, con permiso de los profesionales,  quería tener el privilegio de ser la primera en hacerlo.

Pero todo necesita su preámbulo, su explicación inicial.







¿Qué sería de Frodo sin Sam? ¿De Harry sin Ron? ¿Qué sería de Shrek sin Asno? 
¿De Tod sin Toby? ¿Y de Buzz sin Woody?

¿Eh? ¿Que sería?




Perdonadme que esta entrada la entendáis unos pocos, pero una amiga así es lo que tiene. Se la merece.

La amistad a veces se vende mal, barata. De usar y tirar, de risas y apariencia. Hueco, vacío, sin fondo.
La amistad, como todo, se cuida. Si no se cuidara no sería importante. Si no enriqueciera de algún modo no sería más que risas llenas de artificio.

DAR. Eso es la amistad, así con mayúsculas. Y no dar en sentido material. No, es mucho más, es la intención que se pone en todo.


"Amigos son aquellos seres extraños que si nos preguntan cómo estamos, esperan a escuchar la contestación." (Ed Cunningham)


Pero la teoría nos la sabemos todos, y el sermón no lo voy a dar porque es innecesario y porque,

Bueno, porque no, porque me aburre.





Hoy quiero proponer un brindis por las buenas amistades. Por esas personas que sin darte cuenta se han ido colando en tu vida hasta el punto de ser tu familia. Hoy brindo en especial por una amiga, porque es una fecha importante, porque me ha aguantado mucho (y yo a ella, no iba a ser para menos), y porque me apetece.










Van ahí mis 20 brindis. :


20. Por las vueltas que da la vida. Por los disfraces de payaso y los trayectos de autobús. Un brindis por los “hermanos autistas” del autobús.

19. Un brindis por Buitrago.

18. Por las camisas, y por el color azul. 



17. Por la telepatía. Por las palabras, y porque a veces ni las necesitamos para entendernos.

16. Por los viajes del colegio, y los que siguieron fuera del colegio.

15. Por los bancos, por los parques, por dejar volar la imaginación al futuro. Por los veinte años, y por los ochenta.


14. Por la paciencia de las amigas. “¿Quieres patatas?” Y por la santa paciencia. “En serio, ¿quieres patatas?”

13. Por los lunares, por favor, no nos olvidemos de los lunares.

12. Por Sevilla, por Cádiz, ¡y olé!



11. Por las caídas, por los fracasos, por las batallas, las luchas, los éxitos, y ¡arriba de nuevo!

10. Por las risas. ¡Brindo por las risas!

9. Por los castigos de alemán (Ja, klar...) y el máster en limpieza de armarios que nos sacamos gracias a ellos.

8. Porque “no, yo es que soy de letras” como excusa para no hacer ninguna cuenta.

7. Por el Paseo de la Castellana.



6. Por tomar caminos distintos y seguir ahí, inamovible, leal, para compartir absolutamente todo.

5. Por los buenos consejos... y por los chistes malos.

4. Porque eres rara. Y defino rara a toda persona que no le gusta la Coca-cola.

3. Porque si estoy contigo "la cursi" ya eres tú y no yo.

2. Porque nuestro sinónimo de salir es bailar, y si no se baila, ¿para qué se sale?

1.  Por Xabi Alonso

Y por TODO, porque esto son chorradas. Es importante estar en las chorradas pero más importante aún es poder contar contigo para todo

PD: Y por Lola, no faltaba más.


La historia no sería nada sin las personas que la forman. Y las personas no seríamos nada sin los amigos que nos acompañan en el camino. Gracias, ¡gracias cumpleañera!

¡¡SIGUE NADANDO!!


jueves, 10 de octubre de 2013

¿Con marco o sin marco?

-         

¿Y se llevó una foto nuestra al Cielo?



¡Zasca!

Metí el ipod en el bolso. Acomodé mis pasos a los de la familia. Y traté de poner antena del mejor modo posible. 

Aquí había tema, señores.

Apenas hacía dos segundos que había bajado del coche. El día había sido fantástico, pero agotador. Y en lo único que pensaba era en un buen paseo, con buena música, Madrid de escenario, y mi casa como destino. 

Mi casa, el sofá, tumbarme, cenar, familia. Oh sí.

El quinteto nunca fallaba tras un intenso día.


No había dado ni cinco pasos cuando ahí mismo, caminando en mi dirección, iba un padre con un niño y una niña de unos 6 y 7 años. Las dos coletas rubias saltaban alegres por Castellana. 

Su hermano, más calmado, iba de la mano del padre. Fue entonces cuando soltó la bomba, fue entonces cuando preguntó:




-          ¿Y se llevó una foto nuestra al Cielo?

-          Sí, sí. El abuelo se llevó una foto al Cielo.- empezó a explicar su padre.

-          Pero, ¿con marco o sin marco?-esto último vino de boca de  Dos-coletas-rubias, que sin previo aviso, se había parado en medio de la calle, expectante a la respuesta.


¿Con marco o sin marco?

Sonreí. Claro. ¡Qué pregunta! Si se lleva una foto el abuelo al Cielo, que se la lleve en un marco para que no se estropee. Lo que podía parecer una pregunta infantil tenía mucho sentido. 

La foto debía ser eterna. 

Yo también lo hubiera querido así.


La niña aguardaba la respuesta. Yo también. Temía acabar pasándoles de largo y perder la respuesta. Iba a tener que dejar caer mis apuntes, tropezarme, fingir un esguince, o algo así para poder esperarles. 

Afortunadamente, no hizo falta tanta puesta en escena.

-          Con marco, claro que sí. Con uno muy grande y bonito. Porque, el abuelo os quiere muchísimo desde el Cielo, eso lo sabéis, ¿no?

-          Claro.

-          Ya.


“Claro.” “Ya.” No era la primera vez que escuchaba una respuesta así de un niño. Y siempre me pillaba por sorpresa. Yo creo que habría seguido preguntando. Habría querido saber si me quería tanto como antes o más. Si me iba a lanzar besos desde arriba. Si…

No sé, cualquier cosa menos afirmar algo tan difícil de entender de modo tan rotundo.


Claro. Ya.  


Siguieron caminando. ¡Menos mal! Tres pasos más y habría dejado de oírles.

Dos-coletas volvió a brincar por el Paseo. Su hermano seguía agarrado a su padre. Una media luna me esperaba tras la esquina, iba a tener que dejarles seguir su camino.

La brisa era agradable, fresca. Similar a aquel mini-sabio.

-          Papá.

-          Dime.

-          Yo también quiero mucho al abuelo.

-          Y yo- dijo Dos-coletas gritando. ¡No iba a ser menos!




Yo iba pensando en el abuelo. Ese abuelo que se había llevado una foto de sus nietos en un marco para volver eterno el recuerdo. Un marco especial.

 ¿Con marco o sin marco? Una simple frase. Cinco palabras. Las diecisiete letras que mayor ternura me habían inspirado ese día. Era incapaz de esconder la sonrisa al recordar la situación. A buen seguro su abuelo tampoco pudo. 

Con marco. Evidentemente. Los buenos recuerdos los llevamos en un marco, a donde sea, y para siempre.


"¿Los mejores profesores? Los niños (Beata Teresa de Calcuta)"

martes, 1 de octubre de 2013

"A veces, un solo segundo puede durar toda una vida."

“A veces las horas pueden parecer minutos, y a veces, un solo segundo puede durar toda la vida”


Supongo que eso es lo que pensaría Enrique al mirar a Paloma aquel día, un lluvioso veinte de septiembre en que renovaron una vez más sus votos matrimoniales. Una vez más, porque hacía sesenta años que compartían su vida, y sus votos habían sido renovados al amanecer y al anochecer de cada día. Forjados en lágrimas y risas, peleas y reconciliaciones, preocupaciones, triunfos, fracasos, decepciones, sorpresas, orgullo.




"Hasta que la muerte nos separe” dijeron. 


Y de la palabra al hecho hay un trecho que sólo recorren los valientes.


Ellos aceptaron el reto.




A veces, un solo segundo puede durar toda la vida. Como aquel día que el hermano de Enrique, Juan, les presentó en aquel bar de Santiago. No es que de pronto viera fuegos artificiales en sus ojos, pero algo pequeño fue naciendo allí. En un segundo, entre boquerones en vinagre, y una copita por aquí y otra por allá. 

-          ¿Fumas?
-          No gracias.

Como el niño que inocentemente comparte su merienda con otro, sin pensar que de aquí a dos semanas por ese gesto serán amigos del alma.

Fue la decisión de ir a ese bar y no a otro. De acercarse a saludar a Juan y no pasar de él. 

De hablar con ella.



Fue la decisión de ir a dar un paseo a la mañana siguiente y encontrársela en el camino.

Fue no sólo saludarla de pasada sino pararse a hablar. Fue el café de después, su risa y su carácter. Su andar y sus modos.

No entendía qué, pero había un chispazo en su sonrisa que no le dejaba pegar ojo.



Supongo que aquel segundo en que él la miró y comprobó que le gustaba. Aquel segundo en que ella sintió mariposas en el estómago. Aquel segundo, fue lo que marcó el inicio de sus vidas.

La vida son nuestras decisiones, pero nunca sabemos hasta dónde nos llevarán.



Santiago-Madrid, Madrid-Barcelona, Barcelona-Pamplona. Enrique pronto tendría que hacerse con unas botas de siete leguas para seguir el ritmo de sus viajes laborales. Destinos dispares sellados con letra inglesa y postales, “abrazos fuertes” y esperas impacientes de la llamada semanal.

-         



-          Está Paloma?
-          ¿Quién es?
-          Enrique, soy un amigo suyo.- y un gruñido grave al otro lado del teléfono, mientras se oye gritar -Palomaaaaa, te llama un chico que dice que se llama Enrique, lo conoces?- Sí papá pásamelo
-          Ya está, perdona

Y un suspiro de alivio. La tensión se aligera, y una sonrisa. Porque ese segundo en que oye su voz… bueno, es “su” segundo.

Y ahora sí. Fuegos artificiales, redoble de tambores, qué suenen las trompetas, baño en champán... 


Ahora sí. En un segundo.

Un segundo. El mismo en que Paloma se arreglaba el velo para no despeinarse. Tul blanco. “Cuidado no se te vaya a manchar con el maquillaje.” “Y no llores. “Sonríe para salir guapa en las fotos.”

Sus hermanas emocionadas le miran avanzando al altar. Los consejos escapaban de sus ojos en forma de tímidas lágrimas. 
Y no, no sabían amargas.  
“Estoy orgulloso de ti”. 
Cuatro palabras. No necesitaba oír más. Miró a su padre y sonrió feliz.  

Un paso más. Otro segundo.

Enrique, ahí de pie. Con una inusitada serenidad, una sonrisa de oreja a oreja, y el ferviente empeño de hacerla feliz.

“- Homo sine amore vivere nequit…
- ¿Perdón? – Que el hombre, Carter, no puede vivir sin amor.” (Misión Olvido- María Dueñas)
Un segundo.


Un segundo, el que vino acompañado del llanto del primer hijo, del segundo, del tercero, y ¿por qué no? Del sexto.  Sus primeros pasos, sus primeras palabras. La primera pelea, la primera reconciliación, y la segunda, la tercera, la decimocuarta.

Un despido. Un ascenso. Tic-tac. Tic-tac. El hijo en la universidad, la pequeña en bachiller. “¡Mi hijo es médico!” La llegada de los nietos. Las navidades en familia. El primer aniversario, y el siguiente, y el siguiente.

Todo hasta este momento. Todo en un segundo.


“Me alejo del tiempo. Su medida deja de tener sentido: segundos, minutos, horas, días, al cabo de toda una vida no son más que palabras. Todo lo que tengo son instantes” (La Casa de Riverton – Kate Morton)

miércoles, 25 de septiembre de 2013

En busca de la felicidad

"If you give a little love you can get a little love of your own."


Querido Septiembre, al fin has traído lo que más echaba de menos. El cobre sobrevuela con elegancia hasta caer sobre el suelo. Y el azufre, el fuego, las canas del pasado. Hay que dejar paso a lo nuevo, nuevas metas, nuevas ilusiones, nuevos sueños, nuevas batallas.


Querido Septiembre, no llores aún, por favor. ¿No ves que aún seguimos con arena en los zapatos? El sol tatuado en la piel, el eco de las olas, la sonrisa por bandera. Un poquito de por favor, ¿no crees?

Ahora que parece acercarse el mal tiempo, o al menos algo peor, me pregunto qué será de todas esas personas que día tras día me cruzo pidiendo limosna. Cada vez son más. En trayectos de apenas diez minutos me llego a cruzar con al menos cinco.

Y una vez en el metro al menos otros tres: el que no tiene dedo, el que se quemó en nosedónde, el que tiene una enfermedad que él mismo define como “rarísima”, el que te alerta de que en Texas se está propagando el cáncer de forma consciente...

De todos los colores, razas y religiones.

Todos con hijos. 

Todos con una sonrisa por bandera. Pero esta, es otra sonrisa.


El vagón baja la mirada, queriendo evitar cruzar sus ojos con los de ellos, tapando la vergüenza de pensar que hoy comeremos y dormiremos bajo techo, y ellos tal vez no.

“Y fue en aquella ocasión en la que empecé a pensar en Thomas Jefferson escribiendo la Declaración de la Independencia, diciendo que todos tenemos derecho a vivir, a ser libres y a buscar la felicidad. 

Y pensé en cómo supo poner la palabra "buscar" ahí en medio, como si nadie realmente pudiera alcanzar la felicidad. Sólo podemos buscarla…” ( En busca de la felicidad)

Anochece en Madrid. Desde hace unos días la luna se ha quedado sola presidiendo la oscuridad de la noche. A medida que la semana avanza ésta se va haciendo más visible, luminosa. Anoche, sencillamente era fantástica.

Los alrededores de Gran Vía van “empijamándose”. Un grupo de jóvenes grita alegremente por las calles, cerveza en mano, con destino a cualquier sitio donde poder pasar un buen rato. Madrid no duerme, dicen.

Dicen, y digo.

Camino del templo de Debod me encuentro con una chica, una de esas desconocidas a las que preguntas algo y de pronto os hacéis amigas mientras vais en la misma dirección. Y descubro que aunque aún me queda noche por delante, para otros ya ha terminado.

Las calles sí duermen, y los bancos se convierten en camas, el cielo en techo, la brisa nocturna libera del sofocante calor del día, y unos cuantos cartones sirven para acomodar mejor el asiento. Qué lástima, pienso mientras contemplo a las personas que tratan de descansar sobre los bancos. Y de la boca de la chica salen las mismas palabras.



 “Todo el mundo merece que le pase algo bueno en la vida, por lo menos una vez”. (Morris Glietzman - Una vez)


martes, 23 de julio de 2013

Me debes un sueño

No había manera. Los minutos como pipas. En un abrir y cerrar de ojos el amanecer ya estaba tras el cristal. Totalmente desvelada aún no había dormido la noche que ya escapaba. Después de cambiar unas catorce veces de la cama al sofá, del sofá a la cama, venga un vasito de agua, vuelta a la cama, vuelta al sofá y un poco más de agua. Después de todo eso, decidí rendirme.

Desactivé el despertador y opté por obviar el tiempo. Si mañana no había suficiente ya lo habría al día siguiente, pero lo que es yo, iba a dormir lo que necesitaba, de noche o de día.

La ladrona de libros parecía estar de acuerdo con ello, y maldije a Markus Zusak por escribir un libro tan especial que me atrapaba en cuanto lo abría aun cuando ya era la quinta vez que lo leía. Recorrí con avidez las palabras, las páginas. La habitación se iba ensombreciendo. Madrid ya estaba lejos, ahora sólo existía Himmelstrasse, Molching, Alemania.  Unos ojos me seguían fijamente, ojos “hechos de bondad…y de plata, de plata líquida y esponjosa”.



Todos hemos fantaseado alguna vez con cómo sería vivir en otro período de la historia. ¿Qué  mujer no ha soñado nunca con ser Elizabeth Bennet  a principios del XIX en la campiña inglesa?  





Otros, fantasean con épocas inexistentes, realidades que se nos presentan a través de libros o de películas. Después de ver Matrix todos nos preguntamos si es real el mundo en que vivimos o puede existir Matrix.


Y no me negaréis que los duelos de varitas y la ciudad de Rivendell tienen su punto.


¡Lumos! ¡Alohomora! ¡Flipendo! ¡Wingardium Leviosa!


Pero, ¿quién piensa en la Alemania del Führer?
No sé, tal vez alguien haya fantaseado alguna vez con encontrarse con el señor del bigote cuadrado negro. No es mi caso.

Dejo llevar mi mente por las calles de Molching. Imaginándome cómo habría sido nacer siendo Liesel Meminger, y aunque me reafirmo en la inmensa suerte que he tenido por nacer donde he nacido y en esta época,  descubro que no todo en 1939 era tan malo.

Es en estos años, década de los 40, cuando en Alemania dejan su huella  personas como Hans Hubermann, ese hombre que Zusak define como invisible para la mayoría de la gente, con una increíble habilidad para mimetizarse con el fondo, hasta cuando está en primera fila. Un hombre que pasaba inadvertido, no tenía importancia ni valor. Y cuenta que lo decepcionante, es que si algo no podía ponerse en duda es precisamente su valía, algo que Liesel no pasó por alto.


Y me doy cuenta, de que no hace falta imaginarse Molching en plenos comienzos del nazismo para descubrir a un Hans Hubermann, porque afortunadamente personas así las hay en todas las épocas.


“Hemos de asumir la responsabilidad de lo que pasa en nuestro país, si los que tenemos voz no la alzamos en contra del trato que recibe nuestro prójimo, habremos colaborado en su muerte. No es suficiente hablarlo en nuestros hogares, muchos alemanes lo hacen, pero en nuestras calles lo único que se oyen son las promesas de Hitler y sus promesas de gloria.” (Rebeldes del swing 1993)



Tampoco hace falta imaginarse sobreviviendo entre cañonazos para entender que esta frase es de gran actualidad.

 “Con el progreso los delitos no cambian, sólo cambia la rúbrica.” (Indro Montanelli en Historia de Roma)

Y tampoco escribiré un resumen del libro porque creo que merece la pena leerlo. Historias calcinadas en hogueras, ahogadas en gas. Historias que no hay que dejar morir. Zusak aborda esta época con un narrador poco común, la muerte. Una perspectiva totalmente única y extraordinaria

“Sí, la recuerdo a menudo y conservo su historia en uno de mis múltiples bolsillos para contarla una y otra vez. Es una más de la pequeña legión que llevo conmigo, cada una de ellas extraordinarias a su modo. Todas son un intento, un extraordinario intento de demostrarme que vosotros, y la existencia humana, valéis la pena. 
Aquí está. Una más entre tantas. La ladrona de libros. Si te apetece, ven conmigo. Te contaré una historia. Te mostraré algo.” ( La ladrona de libros- Markus Zusak)




Querido Markus Zusak, me debes un sueño.