jueves, 11 de junio de 2020

Haz de luz

A veces, vuelvo a tí. Quizá 2 o 3 veces por semana, bajo a verte, a encontrarme contigo, en aquella barandilla desde la que tantas veces vimos caer el sol y esconderse en el horizonte de la salina. 





Hoy, he vuelto a bajar, a cruzar todas estas provincias que físicamente me separan de ese pequeño trozo de valla sobre la que puedo apoyar todo el peso de mi cuerpo, que no es reflejo sino de todo el peso de mi mente, y de mi alma, que a veces necesitan descansar.

Hoy he vuelto a tí, porque tu fase 3 y mi fase 2 de la desescalada no son impedimento para encontrarnos. A fin de cuentas, rara vez hemos estado en la misma fase, y sin embargo, nunca hemos estado tan cerca...

Hoy te traigo un poema, uno de Miki, ése Miki, sí, Miki Naranja. Lo leí hace semanas, y apenas un par de versos se engancharon a mi mente y no cesan en su empeño de repetirse constantemente en mi memoria, a cada minuto, en cada pensamiento, ahí están:

"Y pienso, que únicamente la belleza puede salvar a los hombres de los hombres."

Los días son raros ahí arriba. Cada día salen una o dos noticias que nos enfrentan a todos como sociedad. A veces es un poco frustrante. No nos entendemos, quizá, porque no nos escuchamos. En el Congreso de los Diputados se ladran unos a otros en unas infructuosas sesiones de control, y eso da un poco de miedo. Estamos en manos de un grupo de personas que, en su mayoría, no saben muy bien que la política es servicio y no soberbia. 

Los días son raros, por eso he bajado aquí, hoy necesitaba soltar un poco, aflojar, dejar entrar aires nuevos... 

Sigo el rastro de la luz, que forma curiosas sombras bajo el puente. Ya estaba ahí la última vez que estuvimos, juntos, en la misma fase. A veces, me gusta pasear cerca de él, detenerme en el detalle de la piedra, que ha ido adquiriendo un nuevo tono con el paso de los años, y te recuerdo ahí, con tu espalda apoyada sobre la hendidura, alzando la mirada al cielo con los ojos cerrados. 

"Sin lo invisible, no veríamos nada" (Bobin)  

El murmullo del agua es más intenso en este lado, acalla el incesante parloteo de mi mente para demorarme precisamente en este rumor, atenderlo, y penetrar en él hasta que me envuelve toda. 

Aquellos versos que te comenté al principio vuelven a mí:

"Y, pienso, que únicamente la belleza puede salvar a los hombres de los hombres."

Pin en la vida es bella

Yo no tengo la solución a la pandemia, ni sé cuál es la receta mágica que va a salvar a España (y al resto del mundo) de la crisis económica (con toda la problemática social que ello conlleva) que empieza a aflorar. No creo ser mejor que aquellos respecto de cuyos actos, no tengo una opinión precisamente favorable. Nunca he llevado ni llevaré sus zapatos. Ellos tampoco llevarán los míos. No llevarán los zapatos de José, ni de Marichu, ni de Carolina. Pero, sus actos, sus modos, sí que tendrán repercusión sobre José, sobre Marichu, sobre Carolina... A veces, me pregunto si son conscientes, si algún día lo fueron y se les olvidó.

Paso por encima de la valla y me dejo conducir hacia el recoveco aquel donde solía sentarme, justo bajo la fractura del arco, sintiendo la presión de los guijarros sobre mis manos mientras me hago un ovillo y me acomodo. Si miro al este, la mitad de tu espalda forma parte del recuadro derecho del paisaje, y eso me gusta. Un poco más arriba contemplo tu cabeza, apuntando al cielo, que a veces se gira hacia mí y me sonríe. Siempre me animabas a salir de mi escondite, liberar el paisaje de ese marco de piedra que se dibujaba desde aquí abajo, ampliar mi perspectiva... Pero eso habría significado perderte a tí en la imagen, y yo no sabía cómo decirte que, sin tu espalda limitando mi visión, la belleza era menos belleza. Suelo quedarme sin decirte muchas cosas, suerte la mía, que hasta en mi silencio, escuchas. 

Yo no sé nada, pero sí sé que todos, alguna vez, necesitamos ser salvados, incluso de nosotros mismos, quizá por eso estos versos se han enganchado a mi mente. Y, aún así, cada día son nuevos para mí.