domingo, 19 de noviembre de 2017

Se vende puesta de sol

- Se vende puesta de sol.

- ¿Cómo dices?

- Digo que se vende puesta de sol, ¿cómo te quedas?

- Creo que no te sigo...

Me agarraste con delicadeza del brazo y tiraste de mí hacia una de las numerosas terrazas del paseo.

- ¡Mira! ¡Es una abominación! ¡Comercializar algo tan íntimo...! Estamos perdiendo el rumbo, y lo peor es que formamos, aunque sea por conformismo, parte de ello.



Metiste las manos en los bolsillos de tu anorak azul y me hiciste un gesto con la cabeza para que siguiéramos andando. Callaba a tu lado. La verdad es que cuando divagabas así no había cosa que me gustara más que callarme a tu lado. No tardaste mucho en seguir hablando, rebajaste la vehemencia de tus palabras, pero no por ello la serenidad, confianza y firmeza, que aquellas reflejaban.

- No sé, ¿viste la noticia aquella del periódico? Salió hace mucho tiempo, no sé cómo se habrá resuelto la situación. ¡Querían reducir las horas de filosofía en el colegio! ¿No te parece indignante?

Lo que a mí me pareciera no parecía importarte, planteaste la pregunta de un modo retórico que dio pie a lo que siguió.

- ¿Lees poesía?- me preguntaste.

- A veces...

- La poesía... La poesía es maravillosa. Ya no le damos importancia a la poesía, a la filosofía, al inmenso mundo de las humanidades. Y es una lástima...-hiciste una pausa dramática y añadiste con cierto tono de denuncia.- En realidad poesía no es tanto la rima, y filosofía no es tanto lo que dice un autor u otro, pero el problema es que nos lo han enseñado así. Hoy en día se consideran casi como caprichos. No genera dinero, popularidad, no es práctico. Y como no es práctico, como no revierte en una utilidad inmediata, lo quitamos, ¿y con eso sabes qué conseguimos?

- ¿Anularnos? -me aventuré a decir.

- Exacto.- esbozaste una de esas sonrisas calmas y proseguiste.- La poesía, la literatura, el arte, es importantísimo, y te lo dice uno que es de números puros. Al final no dejan de ser instrumentos que te desprenden de lo superfluo y te permiten ir un paso más allá de la mera materia.


Dejamos atrás aquella hilera de terrazas que "vendían" puestas de sol y miré la inmensa luna llena que nos vigilaba desde el horizonte. Silencio. Paz. Y esa extraña pero placentera felicidad.

- Por ejemplo...-comenzaste a decir.

- Calla.

- ¿Qué?

- Calla. Mira.

Despegó, al fin, la mirada de sus zapatos. Esos que no había dejado de mirar durante el transcurso de toda la conversación, y dirigió la vista hacia donde yo le indicaba. Y lo supe, en aquel preciso instante supe, que aquello no se podía vender, ni comprar, ni tan siquiera explicar, pero que tanto él como yo lo entendíamos y de algún modo, lo habíamos hecho nuestro. Pasaron unos minutos hasta que interrumpí aquél "momento".

- Sé a donde quieres llegar...-le dije.- Creo, bueno no. Sé. Lo cierto es que sé exactamente a qué te refieres.

- ¿Sí?

- Sí. Al final, una puesta de sol no es ver caer el sol, es mucho más. No es mirar fuera sino mirar dentro. Y, si mirar fuera ayuda, pues bienvenido sea, pero lo más grandioso de una puesta de sol no es precisamente ver cómo se apaga lentamente el cielo. Y, al final la poesía, la literatura, el arte, nos educan de una u otra manera. Son instrumentos que nos permiten abstraer en la medida de lo posible lo que vemos, y trasladarlo dentro; mirar dentro, mirar en lo profundo de cada uno. No sé si me explico...- de pronto me puse nerviosa, mis palabras sonaban estúpidas pero no conocía otra manera de expresarlo.

¡Vender un amanecer! De pronto había comprendido el chiste de aquello y quería hacerle partícipe.

- ¿Como esta luna?

- Como esta luna.

- A veces tengo miedo.

- ¿Miedo?- te pregunté asombrada.

- Sí, miedo de consumirme con esta sociedad y sus exigencias tan vacías, huecas.


- No creo que tú, precisamente, te consumas...

- No sé. A veces, cuando hago alguna foto de algún paisaje, me preguntó si realmente la estoy haciendo porque me gusta, y si realmente disfruto de él. Y digo disfrutar de verdad. A veces me asusta pensar que esté entrando en mi forma de ser aquello de hacer las cosas para "la galería", aquello de "hacer, hacer, hacer" y no "ser".

- Eso asusta.

- ¡Claro que asusta! Hazme un favor, el día que veas que dejo de leer, bueno, ese día empieza a tomarte en serio todo lo que te he dicho. De verdad que pienso, que sólo las humanidades son capaces de inspirar en nosotros los ideales más sinceros y puros, en todos los ámbitos, incluidas las ciencias, la economía, ¡no lo dudes! Deben coexistir, ir de la mano. Pero las humanidades, las humanidades son la base y el sustento. No puede haber otra manera.

Y callaba, callaba una vez más a tu lado. Volví la vista a aquella, nuestra, luna, y aunque no te viera sabía que tú también sonreías. Seguimos paseando, tal vez con la esperanza, un ideal naciendo en nuestro subconsciente, de perseguirla hasta alcanzarla.