domingo, 27 de diciembre de 2015

Salitre

Recuerdo que era verano, mis pies se columpiaban en aquella barandilla que había sido puesta con la intención de que nadie se adentrara en las marismas, aquella cuya utilidad había terminado por ser la de un asiento de primera desde el que contemplar el atardecer. El sol caía de una manera que ni el mejor de los poetas lograría describir, dejando tras de sí una estela de luces y sombras, reflejos de un día que llegaba a su fin.


Tenía entre mis manos un menú de un bar cercano, hacían promoción, y es por eso que aquella tarde se habían esmerado en repartir todos y cada uno de los panfletos que anunciaban sus espectaculares precios. Lo doblé una vez, después otra, y sin ser del todo consciente dejé que mis dedos fueran armando un barco de vela, como aquél que ponía imagen a la leyenda que una vez me contaste, cobijados tras los arbustos que nos daban sombra en un día casi tan caluroso como el de hoy.


Desde aquella primera vez se convirtió en tradición. Y, por lo menos una vez cada verano, me sentaba a ver ponerse el sol en el horizonte mientras dejaba que me rodearan las historias que traía el viento, de grandes amores y guerreros pasados, de batallas sufridas, traiciones, amistades, marinero en tierra, e "¡¡icemos todos la bandera!!", de valores eternos, de personas de principios, de cobardes, de valientes, de un pasado que tenía mucho que contar pues había sido acallado según convino en su momento.




Historias que pasaron de padres a hijos, y de éstos a sus hijos, y así por generaciones.  Yo los iba dejando entrar en aquel barco de vela, a todos aquellos personajes; y en aquel primer doblez se colaron seis batallas; después otro y ahí llegaban los piratas; y en la vela los amores, las amistades, los valientes, los débiles, y esas obras que cómo bien de dice el refrán "son amores".



He de reconoceros una cosa, y es que no puse mucho empeño en recordar las traiciones, ni a esos malos "de libro" que siempre encuentran su hueco en toda historia. He de reconoceros que cerré ojos y oídos cuando me hablaron de brujas, y pensaba en cosas bonitas cuando me contaron algún suceso triste. He de reconoceros que, nunca he sido de sufrir en vano,  bastante tiene ya la vida, ¿no?


Dejé que la brisa me envolviera en su calidez, y sentí tus manos sobre las mías enseñándome a dar forma a esta hoja, escuchando embobada en tus cuentos la misma vida. Es curioso como todo vuelve, lo que hoy vemos moderno, progresista, ya lo fue hace 50 años, y hace 100, y así, y así.


- ¿Sabes lo que es de verdad renovador?


- ¿Qué?

- La coherencia. Nunca vayas a medias, nunca juegues a dos caras, nunca seas el bufón de la corte que juega en los dos bandos. Si crees en el algo, ve hasta el final. No te conformes con una vida cómoda, no te hará feliz. 

- ¿Pero cómo no te va a hacer feliz? Así me quedaría con lo bueno de cada parte, ¿no?- te decía yo ingenua.




Y recuerdo como tú levantabas la vista al cielo como diciendo "¿Qué voy a hacer con esta niña?",y es que a fin de cuentas yo era eso, una niña. 

Con el tiempo descubrí que no había manera de vivir a medias y ser feliz, o al menos verdaderamente feliz. No era capaz de esconderme de lo que yo creía y sabía correcto para vivir una vida un poco más cómoda y un poco más de acuerdo con la corriente. Que a veces eso de no dejarse llevar cansaba, y además cansaba un rato. Y el auto-engaño nunca llegó a funcionar por más que lo intenté, esto de pensar una cosa y decir otra y luego ya actuar de una tercera manera me parecía tan necio que no tuve más remedio que aceptar la verdad. All in or nothing, todo o nada. Aunque cueste, aunque duela. Como decías tú, "aunque todo".


En estos días de diciembre, ese mes que llaman el viernes del año, vuelvo a aquellos días, en los que echábamos a volar nuestros sueños imposibles y les dábamos forma, les trazábamos una escalera para alcanzarlos, como aquélla que dibujábamos para llegar el cielo. ¿Recuerdas?

- No te pares si no es para tomar perspectiva, que sino luego cuesta más retomar la marcha-decías. 

Y es verdad. Necesitaba tomar perspectiva para este nuevo año que se avecina, también lo necesitaba aquella tarde de verano en que me detuve a contemplar el atardecer con ese barco entre mis manos. Y traté de engañar los años que habían pasado desde entonces, volver al mismo instante, y sentir la calidez de tu mirada, tus manos ásperas sobre las mías, y esa sensación de protección que inspiraba tu presencia, ese respeto a tu sonrisa ancha y clara, y sempiterna admiración por ese corazón tuyo de apariencia escurridizo, pero que en realidad era entregado, sensible y sincero. 

La honradez y sencillez que me inspiraste con tus actos se confundía en un mundo en que todo es relativo en beneficio nuestro. Necesitaba aires nuevos, supongo que necesitaba de tí. Bajé de la barandilla con un propósito en mente: encontrarte. Necesitaba pisar tus huellas, ocultas bajos los destellos de salitre, regresar al principio y al ocaso. Recordar que donde haya mar, no habrá espacio, ni tiempo. Tan sólo tú, yo, y el barco de vela.




domingo, 6 de diciembre de 2015

Bendita locura

Bendita locura, es algo que pienso mil veces, cada día, de cada año, desde que fui consciente.

Ya es diciembre, y ha comenzado de la mejor de las maneras, celebrando el cumpleaños del Capi de la casa,  el que se ha entregado cada día hasta el final a cada uno de nosotros, a cada uno de sus amigos, a cada persona que saliera a su encuentro. Siempre con mucha paz, con mucha serenidad, enseñando con cada uno de esos gestos la grandeza de la persona, lo que podemos ser, y viendo su sonrisa, lo que queremos ser.

No escribiré más sobre él, aún no, aún no soy capaz de expresaros de alguna manera cómo es y quién es en mi vida, en la de mi familia. El abecedario se queda escaso, las palabras, pobres. 

Empecé a escribir hace ya un par de semanas, pero la intensidad de los días me dio un toque de atención y decidí que casi mejor dormir, que ya escribiría otro día, que esto iba a necesitar de un poco más que 10 minutos.

Pero no los tengo, es así, hace un par de noches retomé este post para volver a apagar el ordenador e irme a dormir. Estoy en esa época de la vida en la que uno aún no sabe cómo compaginar su propia vida personal, con las exigencias de un doble grado universitario, y un trabajo por las mañanas, y aún con todo hacer las cosas bien y sin morir en el intento.

Y las cosas no siempre salen bien. Cada vez siento más cariño, más afinidad, por esas personas que, como yo, no hacen las cosas bien, no llegan a todo, pasan las horas del día y siguen con sus pelochos, y cuando no pueden más lo mandan todo a Parla y se van de cañas con los amigos. Es cierto, me doy cuenta de que estamos por un lado los humanos, y por otro los perfectos, los que llegan a todo, los que todo les sale bien, los que tienen 3 trabajos y 4 carreras y ni una sola ojera, y además salen a correr, están superdelgados, y se levantan cada día de la cama de un salto y con una sonrisa ancha en la cara. No sé si no me caen bien o es que los envidio profundamente, aún lo estoy decidiendo...

El caso es que yo soy de los otros, de esa especie que no es perfecta, y que tampoco es que quiera serlo, la verdad sea dicha, bastaría con que todo saliera algo mejor, sólo eso. Y a veces me encuentro sumergida en un sinvivir de cosas, "las más" que no tienen en realidad importancia, pero que por presión, por el ambiente, por lo que sea, las veo como problemas. Y al final se convierte en un hacer, hacer, y hacer, y nada se hace bien, y nada se disfruta, y todo son problemas, y siempre hay más y más y más cosas que hacer en esa lista de To Do, y parece que las que tachas son cada vez menos. Y así un día tras otro, locura continua, pero ¡bendita locura!



Locura la que tenemos todos, y la que comenzaste tú, aquél día, diciendo sí. Sí a todo lo que viniere, sí a asumir tus actos, si a vivir la vida y romper las reglas. Sí. Sí a mandar al carajo la opinión de otros, lo políticamente correcto, lo prudente, lo moderno, lo conservador, los estereotipos, ¡todo!

Sí, sí a no escudarse, a mirar la vida de frente, sin afán de perfección absurda, sin tontadas, que al final se nos pierde la vida en las cosas banales, al final todo te encuentra, al final las cosas son un problema en la medida en que tú las ves como tales.

Que sí, que bendita locura, que yo no puedo negarlo, ¡que es más que evidente! Que sin locura y sin cordura, poco o nada seríamos.

Y me gusta, me gusta esa locura de tener el 5º hijo, ¡madre de Dios! ¿Cómo se les ocurre? ¿Pero no tenían suficiente con cuatro? ¿Pero cómo lo van a sacar adelante? ¿Pero, por qué ahora? Pues miren, señores, no sé ni porqué ahora, ni porqué no fue ayer, ni porqué no en 3 años. Pero está en camino, y es ahora, y todo lo que tienen y dejan de tener ya lo saben ellos sin necesidad de que se metan otros en su vida. ¡Caray! ¡Qué parece que nos aburrimos con la nuestra y hay que opinar de la de otros! 

Y me gusta, me gusta esa locura que te ha invadido, que vas por 4º de medicina pero que qué narices, que no te gusta en absoluto, que tú en realidad eres un loco filósofo, y que eso es lo que quieres hacer, así que ahí estás, con los micajos de 18 años estudiando esa carrera que realmente te hace feliz, enhorabuena, y mucha suerte ;) 



Y bendita locura, la de esos viajeros, ésos que han encontrado ya a su compañero de aventuras, los veinteañeros que desafían los estándares actuales, que se quieren, que están seguros, que son maduros y que no son alérgicos al compromiso, que se quieren hoy, y quieren quererse mañana, pasado mañana y así, así, así... Sí quiero, y adelante valientes. Locos cuerdos, cuerdos locos, ya no sé lo que son. Son veinteañeros, que no giran alrededor de su persona, que juventud divino tesoro sí, y que la vida no es viajar, beber, tener una aventura, y viajar, y beber, y otra aventura más si cabe antes de "sentar la cabeza". 

Y es que una escucha aquí y allá, y me admiro, de verdad, de la complejidad y de la diversidad que tenemos las personas en nuestra mente, de dónde ponemos unos y otros nuestras prioridades, nuestros ojos, nuestros objetivos, y nuestra felicidad. Pero, sobretodo, de cómo ordenamos todo eso.

Y siempre he creído que la clave de todo está ahí, en saber ordenarlo todo en nuestra vida, en no vivir la de otros sino la nuestra, en ponernos nuestras metas, no las de otros, en conocernos y decir que qué bien, que no soy igual que la del quinto, así que afortunadamente todo eso que ella tiene y yo no tengo no es para tanto, resulta que ni me iba a hacer feliz ni nada. Que cada uno tiene su vida, cada uno tiene su camino, y está bien. Que le he cogido cariño a mis ojeras, mis carreras, mis agobios, mis momentos de "no quiero ver a nadie" y mis momentos de "hoy se sale, ¿no?".

Y tú, que en tu bendita locura has sacado un rato para mí en tu apretadísima agenda, y me dedicaste tu tiempo como si no tuvieras nada mejor que hacer. A tí no sólo te dedico un brindis, a tí en concreto te doy las gracias.



Y aprendí a no juzgar sino a gozar con las pasiones ajenas.  Ya no opino, soy la primera que nació de una bendita locura, de un cómo se te ocurre a estas alturas, y una imprudencia a los ojos de esa sociedad que de tan políticamente correcta a veces olvida que lo esencial es invisible a los ojos, que lo importante no está en lo material, y que aunque haya un camino más o menos paradigmático que se espera que sigamos no tenemos por qué hacerlo, muchas veces no lo haremos, y estará bien, estará bien. No hay que asustarse por vivir la propia vida, por pensar por nosotros mismos, por tomar decisiones, por ir un poquito (o un muchito) contracorriente, por pedir ayuda, por callar un rato, cerrar los ojos, y mirar adentro. No hay que asustarse por vivir la vida de uno mismo, y no imitar la de la "it girl" de turno. 

En los últimos días he escuchado tantas locuras que me han llenado de alegría que no podía evitar escribir un poquito de todo eso por aquí. Tenemos que dar gracias, ¿no creéis? tenemos que dar, entre otras cosas, muchas gracias por nuestro caos, nuestra locura, y nuestra cordura. 

Comienza diciembre, el último mes de al año, y pareciera que fue ayer cuando nos felicitábamos el 2015. No quiero resaltar lo obvio ni lo típico, pero de verdad, de verdad que parece que fuera ayer. Y luego, echas la vista atrás y te maravillas de todo lo que has vivido, de cómo te ha cambiado, de cómo han cambiado algunas cosas y otras han permanecido. Yo a menudo me maravillo de mis amigas, ésas que pasan los años y siguen dispuestas a aguantarte con tus más y tus menos, y no sólo aguantarte, sino quererte. Y me maravillo de mi familia, pocas cosas dan más estabilidad que tener un refugio firme y acogedor al que acudir cuando el temporal arrecia. Y me maravillo de cómo se han cerrado los quizás , cómo han nacido otros, y en cómo hay meses que pareciera que no pasó nada del otro mundo y otros en los que se desató Troya. 

Hoy, que por fin termino este post, es segundo domingo de adviento. Para los católicos diciembre es especial, no es sólo la Navidad entendida en el contexto de consumismo extremo, y reuniones familiares, y cenas de amigos, y las fotitos de rigor a las redes sociales para mostrar al mundo cuán dicharacheros y acompañados estamos, ni nada de eso. Diciembre para nosotros es mucho más, pero bastante más, y en esta época que estamos viviendo creo que es importante que lo recordemos, que volvamos al principio, que nos hagamos niños que tengamos todos no sólo una bonita y feliz Navidad, sino una auténtica Navidad. 



Pd: Como véis, he sido un poco monotemática en las fotos de esta última entrada. Son de la película Matar a un ruiseñor, no la he visto pero he leído recientemente el libro, y es... Bueno, es fantástico! Ahí lo dejo ;)