sábado, 26 de diciembre de 2020

Relato de un gorrión

Sigo aquí. Como cada mañana, he venido a nuestro tradicional encuentro. He volado esas distancias que tú hoy no recorres para no faltar a la cita. Estoy aquí.

Canto. Canto, quizá, mas alto que ayer. Y te observo. Hace unos meses no alzabas la mirada, no sonreías, nada. No pasa nada. Yo seguía aquí.

Una nueva mañana. Un nuevo día. Y volvía a alzar el vuelo. 

Hoy, una vez más, he venido a buscarte. Poso mis patas sobre la farola que da a tu ventana y te miro. ¡Qué frío hace! Hoy, sí, vuelves la mirada hacia mí, yo doy unos pequeños saltos sobre el sitio, y un escalofrío recorre mi insignificante cuerpecillo al contactar con el gélido metal. Tú sonríes. 




Picoteo un poco la estructura, haciendo ese ruido que tanto te exaspera, y vuelvo a mirarte. Tú sonríes más. Algo está cambiando, y eso me llena de júbilo. 

Hace unos meses, ni siquiera me veías. Mirabas a través del cristal, pero nada, nunca me veías. Siempre distraída, con la mente lejana, llena de nubes entre las que no podía revolotear. Hemos pasado una primavera extraña, muy callada, dormida, apenas interrumpida por unos aplausos en el balcón desde los que se asomaba un trocito de vida. Y yo, cada día, pese a mi desconcierto, venía a verte, volando sobre las mismas calles, los mismos parques... a pesar de tu ceguera, volvía. 

A veces, vengo varias veces al día, aunque tú no siempre te das cuenta. El sol calienta estos recodos y la brisa es agradable. Pero, aunque no fuera así... vendría. 

Hoy, tus ojos se posan en mí y sonríes, como si me descubrieras por primera vez. Y siento todas tus dudas, tus miedos, reuniéndose en tropel en tu mirada, y descomponiéndose al contemplarme. Siento tu alivio, que es el mío también.  

Canto mi melodía, como de costumbre, justo en el momento en que pones tu cronómetro a cero y repites uno de tus temas de derecho. Vuelvo a dar brincos sobre el sitio, entusiasmado por haber recuperado nuestra complicidad. 



Es algo que no deja de sorprenderme, el sinfín de detalles diarios que, aunque no siempre soy capaz de advertir, recibo gratuitamente cada día. Es algo extraordinario, intuir esa manera tan imprevisible y excepcional en la que somos cuidados, amparados.

A través de todo, y por todo, a este año tan singular: gracias.