Y ni nos dimos cuenta. Fue nuestro último día de clase, la última vez compartiendo confidencias en medio del discurso de un profesor mientras trata de captar nuestra atención de las maneras más disparatadas, por ejemplo, leyendo diapositivas que ni ha preparado.
Fue la última vez, que nos hicimos un boomerang sólo para reírnos de lo tonto que se ve todo en uno de sus vídeos para borrarlo instantes después. La última vez que, casi en un ultimo suspiro, nos miraríamos y nuestros ojos ya hablarían por sí solos. ¿Cañas luego? Por supuesto.
Fue la última vez que firmaríamos una hoja de examen escribiendo en el apartado de "Grado" aquél que nos unió, que compartimos esos nervios pre-examen, y la euforia de haberlo terminado. Ese "uno menos" pasó a convertirse en un "ni uno más".
Fue la última clase, y ni nos dimos cuenta, tal y como pasó en el bachillerato.
Antes era muy de escribirlo todo en el mismo cuaderno y no cambiaba hasta terminarlo, con los años la cosa ha desmejorado un poco y reparto todo entre unos 4 cuadernos, folios, hojas cuadriculadas arrancadas de libretas viejas, hojas en sucio, etc... Todo un poco desperdigado, un poco perdido, un poco yo.
Sin embargo, no me costó trabajo encontrar el cuaderno en que escribí 2º de bachillerato. Tampoco en el que contaba con pelos y señales los primeros días en la universidad, y esa carta doblada en cuatro y guardada al fondo del todo en que aquélla niña de 17 años escribió todos sus sueños, planes, ilusiones y objetivos como si todo fuera a resultar muy fácil.
Pero no lo fue.
El primer paso era escribirlo, la acción fue algo más complicado. Sobretodo cuando vas adquiriendo un poco más de conocimiento sobre tí misma, sobre los demás, sobre el mundo. De pronto, aquéllo que en su día pareció tan importante ya no lo era, no podría ni decir cuándo dejó de serlo. Había olvidado que ése era uno de mis sueños, y que tú entrabas en ellos. Había sido, sin pretenderlo, sin darme cuenta, la última vez que lo soñaba.
Me gustó comprobar que muchas cosas las había conseguido, así como otras tantas que nunca escribí forman a día de hoy parte de mis más bonitas prioridades, aquéllas que el camino fue trayendo consigo. No me fui de Erasmus a Malta, a pesar de que estaba puesto entre miles de exclamaciones; y sonrío al recordar la razón que me llevó a escribirlo. Nunca es tarde, algún día, pasearé entre las calles de Malta. Algún día...
Nunca había soñado con Italia, mucho menos con una ciudad prácticamente desconocida y que durante unos meses he considerado hogar, que ha dejado una huella indeleble.
Los sueños cambian, algunos llegan de improvisto, y ninguno es fácil. Nada que valga la pena lo será. Suena a topicazo, como tanto de lo que escribo, y lamento no tener en este momento otras palabras que lo expresen mejor, pero es así. ¿Hay excepciones? Posiblemente. Soy la primera que se siente un poco "pringada" a veces porque si algo se puede torcer, en mi caso tengo una probabilidad del 101% de que se tuerza. Pero, bromas aparte, nada que valga la pena te lo van a regalar. La suerte, tal vez se presente en bandeja de plata para algunos, pero para el resto de los mortales la encontraremos en el trabajo, en el esfuerzo. A fin de cuentas ya lo dice LuciaBe: "El molamiento y la pringadez confluyen en nosotros a partes iguales."
No era una de esas cartas que salen en las películas en las que dices algo así como que esperas estar viviendo la época de tu vida, al lado de Fulano, en una empresa estupendísima, cobrando mogollón, con uno de esos coches que decías que tendrías. En mi caso, recuerdo que era un Ford Fiesta que debía parecerme por entonces "lo más", no me preguntéis porqué... En realidad, aunque estaba escrito de forma epistolar era más bien un recordatorio, un manifiesto de vida, los principios sobre los que quería edificar todo, las virtudes que quería trabajar. Probablemente el primer año de universidad le eché un vistazo con bastante frecuencia, pero en cuanto terminé el cuaderno aquéllo volvió a quedar sepultado bajo un centenar de páginas escritas con mil borrones, hasta hoy.
No tardé ni dos segundos en coger otro folio en blanco para comenzar a escribir una nueva carta. Me sentía bastante satisfecha, muchas de las cosas que hoy me preocupan no estaban siquiera entre las prioridades de vida de aquélla niña de 17 años, y sinceramente, creo que debo prestarle un poco de atención ya que aún no se había intoxicado mucho con el mundo. Supongo que, con los años, las responsabilidades, etc, todo se complica. Muchas veces nos preguntamos dónde quedan los principios, los valores, en lo que hacemos. Tratamos de justificarnos diciéndonos que es la única manera. Ignoramos sueños que antojamos demasiado grandes e improbables sin atrevernos a dar el primer paso porque tenemos miedo a caer, porque tal vez no es lo que se espera de nosotros. ¿Pero qué esperamos nosotros? Tal vez lo importante no sea sólo qué quieres hacer ahora sino, sobretodo, cómo lo quieres hacer.
Queríamos cambiar el mundo, al menos yo lo quería. Pensaba que mi estupenda nota media de Selectividad me abriría mil puertas, ahora que ya no presumo de media empiezo a preguntarme ¿qué puertas son realmente las que quiero abrir? Quería cambiar el mundo, hoy en esa hoja de papel blanco empiezo a escribir un compromiso que refuerza el que hice 6 años atrás.
"¿Qué es en realidad el hombre? Es el ser que decide siempre lo que es. Es el ser que ha inventado las cámaras de gas, pero, asimismo es el ser que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración." (El hombre en busca del sentido- Viktor Frankl)