viernes, 18 de noviembre de 2016

El tiempo

Ya no sé qué es el tiempo sino lo que haces con él, la ironía de vivir una vida en un mes, de perderla en un día, de cambiarla a lo largo de unos años, de que se de la vuelta en un segundo.



Ya no sé qué es el tiempo sino cómo lo quieres vivir, en qué lo quieres emplear y, recalco, muy especialmente cómo. Ya no sé quién era hace dos meses, tan igual y tan distinta. Ya no sé qué es la rutina o si es esto que hoy, día a día, hago y es tan distinto de ayer. Ya no sé qué es la distancia, en la que navegas con lágrimas y risas para darte cuenta de que no existe si no quieres que exista, que el tiempo transcurre y la vida sigue, y pasan muchos años, y unos están aquí contigo y otros están allá, y al final todo se reduce a un instante. Hoy te veo y me pareciera que estuvimos juntos ayer, paseando por aquellos jardines descubriéndonos la vida, lo que queríamos hacer con el tiempo y lo que que esperábamos de él. Esta noche vivo en ese instante, años atrás, donde mis pies pequeños se encontraban entre los tuyos,  recuerdos que nadie me podrá arrebatar por la sencilla razón de que escogimos un "cómo" que no pudiéramos olvidar.

Y ahora háblame de tí:

¿Hiciste lo que querías?

¿Te dio la vida lo que esperabas?

¿Y que le diste tú?

Te diré que yo me cansé de esperar a la vida, de confiar que el tiempo trajera a mi orilla cuanto deseaba, de hablar y hablar...

Hace unos días leí una cita de uno de mis escritores favoritos, uno de ésos que no te emociona por su manera de escribir sino por las historias que narra, mi querido Quoist. Al final de la vida Dios no te preguntará qué soñaste, al final de la vida Dios te preguntará qué hiciste.

Y el tiempo es limitado, e infinito, ¡qué se yo si a veces en un día vives todo un año y en todo un año no vives ni un sólo día!

Ya no sé lo que es el tiempo, a veces tan palpable y otras tan velado, latente... Segundos que te martillean la cabeza y horas que sencillamente salen a volar, sólo un denominador común: nunca vuelven.


Ya no sé qué es la distancia. A veces tan manifiesta, sin duda. Será tal vez la incapacidad de abrazar cuando quieres abrazar, de sentir "ese" beso" cuando más lo necesitas o la mirada que te devuelva la sonrisa. Y otras veces... Otras veces los kilómetros se pierden en el espacio hasta llegar a aquí mismo, y la distancia se esfuma, y no sientes el abrazo pero sí que el corazón te da un vuelco, no sientes la mirada pero sí una brisa que te libera de esas nubes que por dentro estaban descargando la tormenta.

Ya no sé qué es el tiempo ni el espacio. Ya no sé porqué nos empeñamos en marcar tantas diferencias entre nosotros si al final somos lo mismo, buscamos lo mismo, hablamos la misma lengua que no necesariamente requiere de palabras. Hoy, sé que ante la duda, todos sonreímos en un mismo idioma.

Ya no espero que el tiempo me dé nada, la vida... ¡qué se yo! Espero lo inesperado, y no creo que sea esperar poco.

Tal vez algún día profundice sobre eso, sobre esperar lo inesperado, sobre la espontaneidad de la vida y lo maravilloso de esto, sobre el grandioso caos, sobre los castillos que se desploman y los fuertes que tenías alzados y que ni siquiera sabías. Tal vez escriba sobre el asombro, sobre la soberbia de darlo todo por sentado. Tal vez, quizá, como dicen en estas tierras, magari...