sábado, 6 de enero de 2018

Magia

Ayer fui a buscar magia. Probablemente, igual que muchos de vosotros, salí de casa con paraguas y un buen calzado para la lluvia con la esperanza de encontrar entre ese montón de niños apiñados frente a las vallas una mirada que me devolviera la magia, y sobretodo, la fe en la magia. 

Salí de casa, y he de reconoceros que, por primera vez en mucho tiempo, vi el metro a rebosar de gente y eso me sacó una sonrisa. Parecíamos ser parte de una conspiración, cazadores de magia, buscadores, ¡qué se yo! Quizá muchos náufragos que, sin ser conscientes de ello, encontraron un nuevo rumbo. Tal vez no, tal vez me haya venido demasiado arriba y la única buscando magia fuera yo, pero apuesto a que no...


Como de costumbre, descubrí que mi calzado no era infalible a los charcos, que hay regalos del todo inesperados como esa lluvia por la que nosotros  madrileños – llevábamos semanas implorando sin importarnos que fueran tan solo un par de goticas en las que chapotear; y que esas goticas vinieron para no irse y desde ayer tarde bailan incansables sobre la acera, saltan sobre los paraguas y se deslizan por agujeros que desconocíamos tener hasta calar nuestros calcetines.

Pero, por encima de todo, y como de costumbre, descubrí que donde menos te lo esperas, con quien menos te esperas, está la magia.

Despedir el 2017 no fue fácil, ha sido un año al que gustaría de pedir una prórroga tras otra. 2018 se presentaba complicado en muchos sentidos, esforzado, bastante diferente. Empezaba a notar una mirada adulta demasiado próxima que, más que experiencia, lo que me inspiraba era temor. 


¿Temor de qué? No sé, temor. Tal vez fuera temor al conformismo, a pesar de que este año haya tomado una decisión completamente opuesta al conformismo y apostando con bastante riesgo por ser, de verdad, instrumento donde quiero para lograr un cambio. Un cambio pequeñito, probablemente minúsculo, pero que sumado a otros cambios así de minúsculos tal vez puedan ser semilla para algo un poquito más grande.

Sin embargo, el conformismo puede aparecer de muchos modos, en muchos ámbitos. ¿Mundo laboral? Sí. ¿Mundo académico? Sí. ¿Pareja? Sí. ¿Amigos? Sí. ¿Tu propia VIDA? Sin duda. 

Y, esta vez, subrayo que se trata de tu propia vida: mundo interior, mundo exterior.

Toda ella es tuya. Y te estás conformando, la malgastas, pierdes o consumes cuando te conformas con ella en lugar de quererla. Un querer nacido no sólo de la apetencia o el deseo cuando el viento sopla a favor sino que en ocasiones habrá de nacer de la voluntad, la intención, una decisión  firme de que, con lo que es, con todo y con nada, en lo bueno y en lo malo, así sin disfraces y con los pies en la tierra, la quieres. Cuando los planes salen y cuando no, con lo inesperado, con el amor que te brinda y con el dolor  porque vendrá será tuya. Así, con todo: sueños, metas, experiencias, relaciones, intenciones para con el resto, esfuerzos, arrepentimientos, actos... Decisiones.

Supongo que, después de ir a la caza y captura de la magia, anoche descubrí que, por encima de todo, magia era descubrir que en cada uno de los acontecimientos de tu vida, tienes la suerte de estar rodeado de magia. A fin de cuentas las miradas de ese montón de niños apiñados frente a la valla no eran sino una ventana a un alma; un alma inocente pero inmensa, que no teme dar ni darse, y recibe con una gratitud inefable cada palabra, cada caricia, cada gesto de cariño que recibe. Que para ver y entender la magia hay que ser un poco "tonto", ¡y ojalá nunca se nos pase esa tontería!



PD: "Tengo un amigo que suele decir que, para que una familia “funcione”, hace falta que haya en ella, por lo menos, un “tonto”. Pero, para que la familia “sea feliz”, es necesario que haya tantos “tontos”, como miembros. Lo que mi amigo entiende por “tonto”, es bastante evidente: aquel que sirve a los demás, olvidándose de sí mismo; aquel cuya felicidad consiste en hacer felices a los demás…" (extracto de Los Reyes Magos existen)