lunes, 25 de enero de 2016

Haz que cuente

Aun no sé a qué verdad puedo enfrentarme si esta noche te pongo entre el bolígrafo y el papel. Si las flores de un naranjo de Sevilla vendrán a embriagarme con su olor en esta noche de silencio y luna llena en que rehuyo dormir. Quiero escribirte y escribirme, escribir sobre nosotros pero sin atisbo de un nosotros, pues aún quiero descubrir y no precipitarme, y no dibujar unos trazos que no lleguen a definirte tal y como mereces, como eres y quien serás, quiero hacerte justicia. 

Y temo, es verdad, no descubrir en mí que tal vez sí, que tal vez no, que tal vez aún no seas ni yo sea, y dejo pues hablar al tiempo... 

Y habla el tiempo y yo le escucho. Comenzó hace tiempo una historia, una historia inacabada, y en los días pares y los impares la dejé olvidada sin querer.

- Entonces no la dejaste olvidada, la olvidaste.
- Bueno, eso.



Y habla el tiempo, y hoy me cuenta, hoy que cuenta... ¡hoy sí cuenta!

Haz que cuente, dicen mucho, contar ¿qué? Y cuentan las personas, cuentan los momentos, los gestos, los pequeños detalles, un sincero "qué tal" y una mirada brillante. 

Cuentan los primeros rayos de sol que asoman tras un día gris y lluvioso. Cuenta la luz al final de túnel, el momento de volver a la superficie tras bucear un rato en el mar, y el momento en que más próximo estás a casa después de un día largo fuera. Cuentan, y se multiplican, el cúmulo de emociones que estallan tras una sonrisa inesperada de la persona a la que más esperas, el momento justo anterior a que tus labios prueben el vino después de haber quedado hechizado por su aroma,  y el instante justo en que te quitas las chanclas para pisar por primera vez en el verano la arena de la playa. Y aproximarte a la orilla, cauto ante el frío que sabes bien que sentirán tus pies, pero que lo deseas, lo anhelas, lo has soñado durante todo el invierno.

Cuenta la manera en que se elevan las comisuras de los labios de un niño cuando después de mirarte fijamente decide que eres digno de sus sonrisas, y el momento exacto en que sientes su mano agarrando la tuya, ése momento en que sabe que ya te ha atrapado. Despertar a media noche para descubrir que aún quedan horas de sueño, y la sensación de liberación tras entregar el último de tus exámenes. Las estanterías repletas de libros como preámbulo de lo que promete siete vidas de aventuras. La primera copa tras los exámenes, la primera copa tras el primer día de trabajo, o el segundo, o el tercero, la primera copa tras un día horrible, o un día extraordinario. La compañía adecuada, el chinchín de rigor, y a ser felices.

Cuentan las pequeñas cosas, los pequeños detalles que guardo en mi memoria y que son los que han dado sabor a mis días. 


Cuentan los modos, el cómo hablas y escuchas, cómo miras y ves, pues ¡verdaderamente ves! Y cuentan, los besos que no diste esperando para efectivamente "darlos" y no ser robados o robarlos, "darlos" como una extensión de tí, de lo que eres: tus luchas y y caídas, las batallas que escogiste librar, las que con suerte y constancia superaste.

Cuenta el tiempo, y yo le escucho, una historia inacabada. Va escribiendo cada día, desangrándose en segundos, fatigada en el ocaso, invencible y aún con tiempo.

Aún con tiempo, y esta historia, yo no sé qué tiempo queda, desgranándose en los días que he vivido y que me quedan, que me cuentan, que se cuentan, y la mayoría de las veces... que cuentan.