martes, 29 de mayo de 2018

Relato de una rosa

Naciste, no sé cuándo ni por qué. Y creces, hoy me he dado cuenta, tras esa pequeña reja que sirve para cercar los espacios verdes en las aceras. 

Sola. 

Cayeron, hace un mes diría yo, tal vez más, tal vez menos... 
He perdido la perspectiva del tiempo. Cayeron, aquellos dos árboles inmensos que guarecían de los intensos rayos del sol cada verano. Y estás sola, tanto, que pareces invisible. Tanto que no había reparado en tí hasta hoy. O será, tal vez, que has brotado de la noche a la mañana por arte de ¿magia? 



No, no tiene sentido. Sí lo tiene, sin embargo, que por la bulla que tiene cada día, y esas carreras para llegar a tiempo a todas partes, esa creencia (vana) de saberlo todo y por tanto olvidarnos de mirar. Esa jactancia de pensar que conocemos todo lo que nos rodea y de que entendemos todos los hechos de la vida... Tiene sentido, sí, que haya olvidado de mirar, y de buscar en el sitio más inesperado, aquello que lo hace especial.

Creces, pienso. Aún no estoy segura del todo de cómo has llegado hasta aquí... ¡mucho menos de si crecerás! Pero se intuye, que ese pequeño tallo, frágil aún, del que asoman espinas, dará un buen estirón en los próximos días.

Me miras. Ya, ya sé que no tienes ojos, pero de verdad que me has mirado. Casi parecías buscarme, retorciendo el "cuello", atisbando tras esa cortina de aguacero que nubla  mi vista. 

Y me paro. 

Corrijo, tú me paras. 

Consigues que olvide ese sinfín de temas de derecho que mi mente recita hasta cuando duermo y de los que me examino en unas horas, esos mil planes de estudio para tratar de llegar a todo aunque luego termine por decir como LucíaBe eso de "No me da la vida", pero se intenta. 

No sé como lo haces pero de un segundo a este momento todo se desvanece y estás tú. Con tu "cuello" retorcido, del que asoma un pequeño capullo rojo de rosa que está a medio florecer.



Y siento, como si estuviera en una fotografía en blanco y negro, o en una película clásica únicamente pigmentada por una gama de grises en la que, sin previo aviso, un intruso rojo viene a llenar de color la imagen. Color que no es sino, alegría, vida, pasión, esplendor... Belleza, solitaria.

Llueve. Llueve mucho. Y, la primavera no se ha olvidado de nosotros, hoy lo sé. Sólo hay que buscarla y aprender a mirarla. Y, supongo, aprender también al mirarla.