jueves, 13 de febrero de 2014

Bajo la lluvia

Que no cunda el pánico, no voy a escribir ni sobre San Valentín ni sobre el Sin Valentín. Es 14 de febrero, sí. Y mañana 15, y pasado 16. ¿Qué estupendo no?


En realidad hoy quería aprovechar y contar una historia de autobús, una historia tierna y  llena de lo mejor del ser humano, una historia que "es AMOR" (con mayúsculas, con negrita, y grabada en vuestras pantallas si de mí dependiera). 
Una historia vivida un 7, un 10, o un 14, del mes que fuera, ni lo recuerdo ya.

Mientras la lluvia golpeaba con fuerza el cristal de la ventana. Mientras guardaba distraída el abono en el bolso tratando de no deshacer ese "tetris" con que había conseguido encajar todo para que cerrara la cremallera. Mientras, dentro y al fondo, en plena hora de la siesta, las marujas de turno se encargaban de airear sus intimidades con voz chillona como si aquello fuera un plató de Telecinco.


Mientras Carlota se retocaba disimuladamente la sombra de los ojos, Jorge trataba de despeinarse más el pelo, y Cecilia de terminar de leer la última línea del quinto capítulo cuya lectura se había visto interrumpida con el cotorreo de detrás.

Mientras, Nacho trataba de no perder la paciencia con el atasco de Castellana. “¡Caen dos gotas y se colapsa Madrid!”. Y subía un poco más alto la radio. Imagine Dragons de fondo, el atasco no sería tan malo a fin de cuentas...


Mientras recordaba que tenía que sacar una cosa del bolso, que “inteligentemente” había puesto al fondo. Mientras intentaba encogerme lo más posible en el asiento para no molestar a Felipe, un hipster con cara de pocos amigos que tenía al lado y que parecía tener las mismas ganas que yo en descomponer todo ese barullo desordenado de cosas a fin de encontrar lo que en ese momento encontraba tan necesario.

Mientras, Julio contaba con cierta ceremonia las monedas que le quedaban en la mano.

Mientras.

Mientras, Cecilia pasaba al capítulo sexto para seguir con las peripecias del doctor Sloper y Tía Lavinia, y Carlota comenzaba el momento “máscara de pestañas” con una intensa concentración.

Mientras recapacité en mi empeño por encontrar algo en ese espacio y ese bolso y me recolocaba para entretenerme mirando por la ventana.

Mientras pasaban todas esas cosas que de tan ordinarias a menudo ni las pensamos, como el respirar, fijé mi objetivo en la ventana. Un reflejo del interior del autobús: gente mustia por la lluvia, apretujada junto a los semáforos y dispuesta a echar a correr en cuanto cambiara de color, una carrera de fondo, un día más de otros tantos lluviosos.

O eso parecía.

Entre toda esa rutina, se escondía una colegiala de uniforme.


Ella debía tener unos 10 años, falda gris, y una mochila a punto de estallar. El inmenso abrigo le hacía parecer aún más menuda de lo que era, y llevaba con gracia un paraguas rojo, dándole vueltas como si se tratara de Debbie Reynolds en “Cantando bajo la lluvia”. 

Se detuvo en el semáforo, sin dejar de dar vueltas y vueltas a ese paraguas rojo, un punto de color en esa tarde teñida de gris. 


A su lado se detuvo una señora mayor, llevaba con elegancia y sencillez un abrigo tres cuartos, que tristemente se estaba empapando. Cubría su pelo con un pañuelo, pero era evidente que el pelo estaba tan mojado como el suelo que pisaba. 

Ella, fiel retrato del "espíritu Mary Poppins", la miró y dejó de girar su paraguas. 

Volvió la vista al frente, miró al cielo, y empezó a girarlo en la otra dirección. El semáforo se puso en verde, los peatones se abalanzaron sobre el asfalto rápidamente para tratar de pasar el menor tiempo posible bajo la intensa lluvia. 

Y mientras ella contemplaba como era adelantada por la señora mayor. 

Ajena por completo a que una intrusa como yo estaba presenciando el momento, corrió hasta alcanzarla.

-          Perdone, tome mi paraguas, ¿quiere?
-          Ay, no te preocupes, bonita
-          No me importa, de verdad.
-          Que no, que no.

Por supuesto, yo no oí nada, pero no era difícil de imaginar. Ella, cabezota como ella sola, puso su paraguas rojo en sus manos, y continuó su camino. Girando, girando sus talones con las botas de agua, chapoteando, bailando.


¿Es o no es amor una cosa así?