domingo, 18 de enero de 2015

La danza de las letras

Hace unos días salió aquella estadística que, por lo que he visto, ha dado mucho que hablar en las redes sociales: "El 35% de los españoles no lee nunca o casi nunca."

Apenas le dí importancia. Este tipo de estadísticas son más que frecuentes, así como los vídeos que desgraciadamente terminan por hacerse virales y que sacan a relucir al "españolito de turno" vulgar y que presume de incultura. La primera vez puedes reírte, incluso la segunda. Luego llega el momento de la crítica -que como todos sabemos es el deporte nacional de nuestro país- y empezamos a hablar con derrotismo de cómo está este país, qué juventud, qué futuro nos espera... Os imaginaréis.
 
 
Esta estadística salió el 8 de enero. El 8 de enero me importaba un pimiento que fuera el 35%, el 50% o el 90%. Como si nadie quiere leer. El 8 de enero yo sólo pensaba en que tenía una semana llena de exámenes, que estos días iba a leer, leer y releer centenares de páginas, y que no tenía tiempo para preocuparme de semejantes chorradas. Casi envidiaba a aquellos que no leían cuando observaba mi montón de apuntes.
 
Hasta hoy, un día después de haber terminado exámenes. Y es que hoy estaba haciendo ORDEN. ORDEN con mayúsculas, sí señores. Porque he llegado a la conclusión de que en mi habitación hay que establecer una serie de normas, y me he dado un ultimátum. O los libros, o yo. Y evidentemente, yo me quedo con la habitación. En realidad este ultimátum no es tal, una empieza a cumplir años, a acumular libros, y lo cierto es que por mucha pena que me de mi época "Barco de vapor" ya llegó a su fin. Mis estanterías están llenas de libros, libros de todo tipo y condición, de todas las edades, como podéis comprobar. Cuando eres la menor de unos cuantos hermanos al final eres la que más acumula, porque todo absolutamente todo termina por llegarte. Heredas todo, y también todos cuentan con que lo guardes per secula seculorum.
 
 
El caso es, que aunque muchas veces he intentado hacer este ORDEN en que eliminar todo aquello que fue bonito mientras duró pero que hoy por hoy ya no tiene ninguna utilidad lo cierto es que nunca había llegado a ser tan radical como hoy, pero el espacio lo exigía. Y así, mientras iba quitando libros de las estanterías y poniéndolos en el montón de "DAR", me entró la nostalgia, me acordé de aquella estadística, y me dí cuenta de que no era ninguna chorrada. Me dio pena. Mucha pena.
 
Me dio mucha pena que haya un 35% de personas en España que no lean nunca. Es decir, aproximadamente 16 millones y medio de personas que no leen. 16 millones, que se dice pronto.
 
Se ha escrito mucho de los libros, de lo que significan, de lo que encierran. Y todo es cierto, doy fe de ello. Porque estoy sentada entre torres de libros que abarcan desde la categoría "primeros lectores" hasta mi admiradísima Pearl. S. Buck. Porque el libro tiene una historia, claro que sí, pero por alguna razón algunos tienen el poder de atrapar la tuya, de atesorar sentimientos y recuerdos, de envolverte en una extraña dicha. Soy incapaz de recordar un solo instante de mi vida sin un libro entre manos, y puedo hablaros de muchos que han marcado un antes y un después.
 
Puedo deciros que he viajado cada día a lugares insólitos, conocido a personas de lo más variopintas, y aprendido. Puedo deciros que leyendo, he aprendido muchísimo sobre las personas, sobre la vida, sobre quién soy y quién quiero ser. Puedo decirte que yo soy un libro, que hay bibliotecas que me fascinan, y que no puedo resistirme a ver un libro antiguo, acariciar el lomo, después la portada, y acercármelo para impregnarme de su singular olor.
 
Puedo decir muchas cosas, y no seré la única que las diga, también doy fe de ello. Porque habrá 16 millones de personas que no leen, pero hay más de 30 millones que sí lo hacemos, y puede que no a todos les chifle, pero todos tendrán un libro favorito, un libro que les haya hecho sentir, que les haya hecho felices, que hayan sentido la satisfacción y la nostalgia que da leer la última página de un buen libro.
 
Estaba escribiendo este post cuando he tenido unos fallos técnicos con el ordenador que me han hecho acudir a una amiga mía que, no sé muy bien por qué, pero siempre tengo la sensación de que será capaz de resolverme cualquier problema informático. Y, sin venir a cuento, sin saber sobre qué estaba escribiendo, me escribe esto por el móvil:
 
"Los detalles más pequeños son a veces los que más dejan huella y cuestan irse."
 
 
Los detalles más pequeños. Detalles como esa persona que te contagió su pasión por los libros, a los pies de tu cama, convirtiéndote en princesa de lugares fantásticos, heroína de grandes batallas, infatigable ante la adversidad, enamorada del amor, bruja buena con escoba. Que te hizo volar sobre una alfombra, navegar sobre una cáscara de nuez, descubrir misterios con la ayuda de un simpático perrito.
 
Esos son parte de mis detalles pequeños, los que han dejado huella en esos libros de "primeros lectores" , los que me trasladan a ese 1997/1998 con mi lazo en la cabeza, mi libro en las rodillas, y letras bailando por mis ojos a las que aun no conseguía darles un significado coherente.
 
Enseñar a leer no es solo enseñar a dar significado a esas palabras. Enseñar a leer es regalar un refugio para los días malos, y mil personajes valerosos a los que tomar de referentes.  Enseñar a leer es enseñar a pensar, a cuestionarse la propia vida y la felicidad, los valores que rigen este mundo y hacia dónde queremos caminar. Un sinfín de horizontes. Es el placer del silencio, de estar aquí sin estar aquí. Leer es de esas cosas que, a los que realmente nos gusta, nos vuelve torpes a la hora de explicarlo, no existen las palabras para reflejar lo que uno siente al leer determinados libros. Es algo sencillamente inefable, inexplicable, pero maravilloso.
 
 
Me cansan las estadísticas derrotistas. Un 65% de españoles afirman que leen, un 35% no lo hacen todavía. Ese debería ser el titular. Hace unos días leí en alguna parte que los suspensos en las notas deberían cambiar de nombre y deberían ser "not yet", es decir, no todavía. Suena muchísimo más positivo, muchísimo más optimista, y desde luego mucho más real.
 
"La lectura debe ser una de las formas de la felicidad, y no se puede obligar a nadie a ser feliz." (Jorge Luis Borges)