lunes, 29 de febrero de 2016

En el campo equivocado

Estoy buscando esa casualidad por la que contarte esta historia, y que me digas que te fuiste, que ya has vuelto, y que esta vez te quedarás. Estoy buscando ese guiño de tus ojos, esa mirada cómplice y atenta, el cabo de esta cuerda que nos ata y no nos suelta en un radio tan extenso que sobrepasa Madrid.

Que hoy lo he visto, y ví Venecia, justo tras aquella marquesina de autobús, y que aún no he podido, ni he querido, lanzarme al ataque como decías tú. Que no era tan valiente, ni tan segura, ni tan arriesgada como pensé que sería, que en este paso, en este instante, me faltabas tú.



Inmensas riadas surcan las calles de Madrid, ya te he dicho que ví Venecia, y me dispongo a cruzar la Castellana bajo eso que llamo paraguas pero que no es más que un palo de metal del que salen unas varillas aún cosidas a la tela, pero que se mueven sin orden ni concierto, al son del viento, como si de un palio de Semana Santa se tratara. Ay... Semana Santa, ¡qué ganas de cogerte y no soltarte!

Y casi me llego a creer del todo que algo me cubre, igual que esos charcos que procuro no pisar aun cuando no puede haber entrado más agua en mis zapatos. Pero ahí me mantengo, esquivando balas que ya me han matado, que no quiero admitir que he perdido esta guerra, que no es la lluvia el problema, que tal vez ni era guerra, que al fin entendí que era el soldado adecuado en un campo equivocado, que me equivoqué de batalla y aunque se perdió yo no perdí, porque no era la mía.

Y que tomaba la retirada, que no había tregua que firmar, que hay penumbra y no es en la calle, y que no es mala, hoy lo sé. Y ahí estaban, titilando, débilmente y pequeñitas, firmes y leales, sin llegar a apagarse del todo, dejándose ver cuando ya las creía perdidas, iluminando este ritmo que hoy marcamos, tú y yo, encajando nuestro papel en cada etapa y cada año. Sucediendo. Caminando. Viviendo en gerundio. Confiando y sin salvarnos, sin teñir la vie en rose y sin inyectarnos sangre azul en las venas. Compartiendo. Acompañando. Apresurándonos despacio. Ahí estaban, conspirando a mi favor, y también al tuyo, aunque sé que no tienen porqué coincidir, aunque sé también que puede que sí coincidan. Tal vez, quizá...


Dejando ser a la penumbra, paseando por este Venecia que nos he escrito hoy, y pisando cada charco que encontraba en el camino. Porque hoy sí, ahora sí, sabía que esas balas no me habían matado, que el día que no me salvó no tenía por qué hacerlo, que me había equivocado al leerle y que aunque me gustaban los renglones torcidos justo aquéllos no encajaban con los míos. Lo supe aquél día, el día que no me salvaste, que cogiste mi mano en la penumbra y esperaste a que estuviera lista para soltarme, pero siempre quedándote cerca "por si acaso".

No fue una noche larga pero sí extraña. Un 29 de febrero en que el alba se hizo esperar. Y caían los minutos en un pozo sin fondo como si el uno al otro no se sumaran hasta dar las horas y alcanzar así el nuevo día...