domingo, 6 de marzo de 2016

Perdón por los bailes

Y llegó, la inspiración envuelta en frases que invadían mi mente, en ese determinado momento en que todos tienen que hablar a la vez. Decido ir encendiendo el ordenador para después sentarme y escribir el primer post de marzo. Y vuela, tan abruptamente como llegó, dejándome una mente nevada y sin atisbo de huellas, sin rastro de palabras, tan sólo blanco  Y os prometo que esta vez la entrada "pintaba bien". 

Me acordé de tí, y de esa frase que ya hace noches que me acecha, ese comentario que escapó de su contexto, que no recuerdo el instante, que no sé porqué lo dijiste, que tal vez fue nada y tal vez fue todo. 

- ¿Vienes o no a cenar?

Y voy, claro que voy, tengo que nutrir mi mente para dormirme otra noche más evocando aquél recuerdo, añorando el momento exacto en que sucedió. No quiero estar perdiéndome nada importante y por ello acabar  perdiéndote. No quiero echar a rodar más oportunidades de las que ya he dejado correr, ni escucharme más a mí, ni las ideas que proyecté sobre tí, ni lo que aparenta ser o no ser. Porque ésa, es la cuestión. Porque yo hoy lo que quiero es ver, ser, y estar, con todos los sentidos para no perder detalle. Hoy pienso en mañana, y lo cierto es que ya tengo morriña de tí. 

- ¿Vienes o no? 

Y voy, ahora mismo voy, abriéndole la puerta al olvido en que puedan naufragar de nuevo estas letras.




Ya os he dicho que voló, y que la puñetera no se decide a volver, y yo tengo mucho sueño y muchas ganas de dormirme ya sin pensar en nada, sin tratar de recordar porqué y cuándo me dijiste aquello. Eso que posiblemente dijeras de pasada y sin pensar, o tal vez no... Y me asaltan todas las cosas que yo te dije de improviso y me arrepiento, y no entiendo porqué ni cómo pero sí recuerdo el cuándo, la memoria a veces puede ser un gran bufón... Y me torturo con la idea de que oyeras pero no escucharas, que no vieras más allá de esa frase torpe y sin sentido, ese atropello de palabras que estallaban en mis labios sin apenas control. 

Y pienso que nunca te lo dije, que nunca te pedí perdón por los bailes, por los que te hice bailar y por los que nunca bailamos. Y sé, que aún vendrán otros por los que sin pedirte permiso ya te pido perdón.

Que hoy te intuyo, en este viento que arremete contra mí en la espera, y yo lo intento: discernir si eres vals o el primero de la conga. Que he desandado unos cuantos pasos para darme cuenta de un craso error de principiante, de bloguera novatilla que escribe sin saber, que escucho aquí y allá que somos la generación que se rinde a mitad de camino y me he descubierto entre ellos. 



Lo somos, y lo sabéis. Porque somos aquéllos que nos amparamos en nuestras ideas preconcebidas al conocer a una persona, porque tiene tal familia, estudia tal carrera, las fotos de su Facebook son tal o cual, o tiene un Instagram en que el susodicho o la susodicha parece estar encantado/a de conocerse. Que a veces no cogemos esa oportunidad porque "todo el mundo dice que" y no nos aventuramos a descubrir nosotros qué exactamente es.

Y es que sé, que a veces sólo me falta llevar las palomitas conmigo porque la película ya viene de fábrica, y que vendrán decepciones, porque esas ideas preconcebidas nos vienen para bien y para mal, y vendrán sorpresas, y ésa es mi parte favorita. 

Y tú lo fuiste y sigues siendo, sorpresa constante, caos infinito, y extraña paz al mismo tiempo. Un baile continuo, y muchos muchos pisotones, pero es que los  mejores bailes no siempre son los perfectos, ¿verdad?

Que a cada decepción le llega su olvido, sin embargo re-descubro ilusionada que hay cicatrices que no se borran, y que si las heridas sangran fue porque hicieron daño, y si afligió debe estar bien porque era algo importante, algo que nos hizo sentir bien, que permanece en algún recóndito lugar, junto con esos bailes que nunca tuvimos y los que inconscientemente te hice bailar. 

Que estoy desandando mis pasos, que no quiero saber nada, no quiero pre-avisos ni pasados,  tan sólo quiero hoy. Porque los pasos que hoy camine serán los que mañana importen, aflijan, y me den quebraderos de cabeza tratando de recordar el cómo cuándo y dónde me sentí así de bien. 

Y entonces, después de todo este tiempo, sabré si fuiste vals o la persona a la que me agarré en la conga, y las veces que nos pisamos tratando de encontrar nuestro ritmo. Y podré buscar en la memoria estos instantes, saborear tranquilamente este recuerdo, retrotraerme a estos pasos que hoy damos, que no sabemos donde llevan, pero que aunque aún no tengan destino si los llevamos bien, merecerán la pena.




"Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.

Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar."
(A. Machado)