sábado, 15 de junio de 2013

¿Hala! ¿Es un teléfono para hablar con todo el mundo y todos los planetas?

¡Hala! ¿Es un teléfono para hablar con todo el mundo y todos los planetas?

Los ojos le brillan de emoción. El señor saca de un extremo del móvil, con lentitud y parsimonia, una antena. Un teléfono móvil de los de antes, señores, sin  pantalla táctil, música, Internet o fotos. Un teléfono que, lejos de destacar por su apariencia, mantiene la misma esencia que llevó a inventarlos, acercar las comunicaciones.
 Papá y mamá sonríen. Y el señor, guiñándole un ojo, asiente con la cabeza y camina hacia la cocina para hablar. Evidentemente no con otros planetas, pero eso el niño no lo sabe. 
Él soñará por la noche con tener un teléfono así. Imaginará historias de marcianitos hablando por teléfono con él. Sólo el niño sabe si esos marcianos serán nuestros amigos o enemigos, porque sólo él conoce la historia. 

Al día siguiente, en el colegio, pintará en un folio una línea horizontal que divida la página en dos: la tierra y otro planeta. Y se esmerará en pintar con el mayor acierto posible ese aparatejo negro con antena con el que aquel señor puede hablar por teléfono con otros planetas, ¿quién sabe si con otros mundo también?

Anochece, el calor le impide conciliar el sueño, y se desliza bajo la cama para jugar con el mayor sigilo y así evitar el enfado de mamá. Las piezas de lego se vuelven inútiles, ¿qué sentido tienen si no puede hablar con extraterrestres?  

"Somos demasiado jóvenes para darnos cuenta de que es imposible, por eso lo haremos." (William Pitt en Amazing Grace)