Carolina tenía una meta esa noche. Y no era él. En su
confusa cabecita ESO era lo único que tenía claro. Aquella mañana se había
levantado con un objetivo (tal vez una vana ilusión) un plan a medida, y el
plan B y el C por si fallaba.
Pero no, en ninguno de ellos contó con él.
Ya de camino una vocecita interior la avisó. Debió haberlo
intuido entonces.
Pero no lo hizo.
Y cuando llegó, ya estaba él. No sabe muy
bien como ocurrió, no se paró el tiempo, ni la música. Tampoco sintió como si
él y ella se quedaran solos. Pero antes de que él supiera quien era ella, ella
sabía quién era él.
Intuición femenina, me dijo.
No le había visto en
la vida, no sabía su nombre, ni si era guapo o feo. Y hasta hacía unos segundos
ella no sabía ni de su existencia. Entonces, mencionaron que vendría. Y entre
ese revuelo de desconocidos supo que tú eras aquel del que había oído hablar.
-
¿Cómo habían dicho que se llamaba?
-
Ay Carolina, ¿quién?
-
Ése, el de la corbata.
Y “ése, el de la corbata” era como buscar una aguja en un pajar.
Todos llevaban corbata.
Ella lamentó no haber prestado atención antes. Pues, aunque
no estuviéramos en los Campos Elíseos, ni tuviéramos “The way you look tonight”
puesta de fondo, ella ya lo sabía.
Pero olvidó una cosa.
Olvidó aquello que dice Sabina:
“Antes de tí, ya estaba yo.”
Insomne perdida se pasó la semana dándole vueltas.
Analizando cada gesto, y cada palabra. Siendo consciente, tal vez por primera
vez, del inmenso poder que tienen sobre nosotros.
Para bien, o para mal. Y en cualquier situación.
La importancia de los detalles, las buenas maneras, una
corbata bonita, y un par de sonrisas a tiempo.
Ay, Carolina…
Y se dejó arrastrar por un tormento de emociones sinsentido,
de ahí su frustración. Helado Ben & Jerrys y películas lacrimógenas, de ahí
sus ojos hinchados. Se dejó arrastrar por el tópico, sin saber muy bien que
hacías tú, dónde estabas, y qué pensabas. Porque lo único que le dejaste
aquella noche fue tu sonrisa tímida y traviesa, unos ojos que brillaban
extrañamente, y la mejor de las conversaciones, la mejor de las miradas, la
mejor de las risas... Lo único que se
quedó de ti al día siguiente fue el perfume de tu ausencia, y esas letras que
escribiste con destino indefinido. Esas letras que te roba cuando te echa de
menos y que le recuerdan a ti.
Aquella noche Carolina tenía una meta, y no la consiguió, y
se quedó con el desvelo de tener otra meta más alta, más difícil. No imposible.
Pero, sin duda, improbable.
Días después. Cuando el Ben & Jerrys volvió a donde le
correspondía, y Carolina también, me dijo que había sacado una moraleja de todo
esto.
-
¿Moraleja?
-
Si, moraleja. Puede que fuera rápido, fugaz.
Puede que ni tan siquiera tuviéramos una “historia”. Pero no le esperaba. Esa
noche yo no le esperaba, no le ví venir. Nunca sabemos que está por venir. Es
curioso, ¿no? Ahora espero lo inesperable
-
Estás loca Carolina.
-
Tal vez.-y guiñándome un ojo me dijo citando a Lewis- Pero te diré un secreto, las mejores personas
lo están.