lunes, 13 de enero de 2014

Nunca digas nunca

Carolina tenía una meta esa noche. Y no era él. En su confusa cabecita ESO era lo único que tenía claro. Aquella mañana se había levantado con un objetivo (tal vez una vana ilusión) un plan a medida, y el plan B y el C por si fallaba.


Pero no, en ninguno de ellos contó con él.

Ya de camino una vocecita interior la avisó. Debió haberlo intuido entonces.
Pero no lo hizo. 
Y cuando llegó, ya estaba él. No sabe muy bien como ocurrió, no se paró el tiempo, ni la música. Tampoco sintió como si él y ella se quedaran solos. Pero antes de que él supiera quien era ella, ella sabía quién era él.

Intuición femenina, me dijo.


 No le había visto en la vida, no sabía su nombre, ni si era guapo o feo. Y hasta hacía unos segundos ella no sabía ni de su existencia. Entonces, mencionaron que vendría. Y entre ese revuelo de desconocidos supo que tú eras aquel del que había oído hablar.

-          ¿Cómo habían dicho que se llamaba?
-          Ay Carolina, ¿quién?
-          Ése, el de la corbata.

Y “ése, el de la corbata” era como buscar una aguja en un pajar. Todos llevaban corbata.


Ella lamentó no haber prestado atención antes. Pues, aunque no estuviéramos en los Campos Elíseos, ni tuviéramos “The way you look tonight” puesta de fondo, ella ya lo sabía.




Pero olvidó una cosa.

Olvidó aquello que dice Sabina:

 “Antes de tí, ya estaba yo.”

Insomne perdida se pasó la semana dándole vueltas. Analizando cada gesto, y cada palabra. Siendo consciente, tal vez por primera vez, del inmenso poder que tienen sobre nosotros.

Para bien, o para mal. Y en cualquier situación.

La importancia de los detalles, las buenas maneras, una corbata bonita, y un par de sonrisas a tiempo.

Ay, Carolina…

Y se dejó arrastrar por un tormento de emociones sinsentido, de ahí su frustración. Helado Ben & Jerrys y películas lacrimógenas, de ahí sus ojos hinchados. Se dejó arrastrar por el tópico, sin saber muy bien que hacías tú, dónde estabas, y qué pensabas. Porque lo único que le dejaste aquella noche fue tu sonrisa tímida y traviesa, unos ojos que brillaban extrañamente, y la mejor de las conversaciones, la mejor de las miradas, la mejor de las risas...  Lo único que se quedó de ti al día siguiente fue el perfume de tu ausencia, y esas letras que escribiste con destino indefinido. Esas letras que te roba cuando te echa de menos y que le recuerdan a ti.


Aquella noche Carolina tenía una meta, y no la consiguió, y se quedó con el desvelo de tener otra meta más alta, más difícil. No imposible. Pero, sin duda, improbable.

Días después. Cuando el Ben & Jerrys volvió a donde le correspondía, y Carolina también, me dijo que había sacado una moraleja de todo esto.

-          ¿Moraleja?
-          Si, moraleja. Puede que fuera rápido, fugaz. Puede que ni tan siquiera tuviéramos una “historia”. Pero no le esperaba. Esa noche yo no le esperaba, no le ví venir. Nunca sabemos que está por venir. Es curioso, ¿no? Ahora espero lo inesperable
-          Estás loca Carolina.

-          Tal vez.-y guiñándome un ojo me dijo citando a Lewis-  Pero te diré un secreto, las mejores personas lo están.