sábado, 14 de marzo de 2015

Un sábado cualquiera, una mañana en la Puerta de Alcalá.

Parecía que el invierno quería dejar su huella antes de irse, sorprendiéndonos con un frío viento a pesar del sol que lo había precedido los días anteriores. Desprevenidos, salimos a la calle. Aquello , como siempre, parecía una fiesta. Algunos habían cogido el abrigo, otros en mangas de camisa, todos con una sonrisa por bandera: sonrisas bonitas, sonrisas sinceras y venidas de dentro. Lo auténtico, emociona, ¿no creéis?
 
Al final de la calle empezamos a vislumbrar grupitos de gente joven, gente adulta, gente mayor, niños... En definitiva, corazones jóvenes, con una misma causa. No puedo evitar recordar la primera vez que pasé por aquí pensando que con nuestra mera presencia cambiaríamos el mundo, unos años después empiezo a aceptar que la realidad es otra. "Pero, aunque nada vaya a cambiar, a estas cosas hay que venir" oigo decir a una señora mayor, una de esas de alma joven.
 
 
 
Logramos situarnos cerca. El escenario es inmenso, la pancarta está siendo colocada con cuidado para evitar que eche a volar con el viento, y unos cuantos globos de colores bailan al mismo son que las últimas hojas rezagadas del otoño.
 
La música lleva un rato sonando, y miles de personas van congregándose alrededor del escenario. Veo caras conocidas pero, sobretodo, desconocidas. Y es que, entre esta muchedumbre con igual causa, somos amigos sin habernos hablado, compañeros de ideales sin previo apretón de manos, luchando en una batalla en la que nunca perderemos la fe.
 
Miles de personas anónimas con una historia que contar, la historia de su propia vida, su secreto mejor guardado, y es que ya lo dijo Fernando de Rojas: A quien dices tu secreto, das tu libertad.
 
Tal vez por eso nos resistimos a veces a avanzar, a dar un salto en el vacío, tal vez tengamos miedo de entregar una libertad a la que nos hemos aferrado inconscientemente. Tal vez llevemos mucho tiempo entendiendo mal la libertad, pues el mero acto de "entregarla" ya es de por sí un acto libre y voluntario. Fernando de Rojas no se refería a esto cuando escribió Calisto y Melibea, pero no puedo evitar pensar que, tal vez, los ritmos que la vida nos tiene dispuestos no son los que pensamos.  Que nadie ha establecido que debamos hacer tal o cual cosa y en un momento determinado de nuestra vida. Que no hay que tener miedo a ser diferentes, a ser nosotros, y no lo que se espera de nosotros.
 
Eres tú, tus actos, tus consecuencias. Y me dices en medio de tu confusión aquello tan famoso de "Nos deberían haber dado un libro de instrucciones para la vida". Antes de que pueda responderte me das tú misma la fórmula mágica:
- No nos queda otra que amar. Amar y esperar.
 
 
Muchas historias se las ha tragado el miedo, el rechazo, la tristeza, o la indiferencia...no sabría decirte. Muchas se las han comido algunos a los que la sociedad llama médicos, así sin preguntar al principal interesado. Ellos ya perdieron su libertad, esclavos de un amo que nunca gobierna bien. Afán de dinero, afán de poder, de conveniencia social ¿Qué se yo?
 
Arriba, en el escenario, una mujer comparte un trocito de su historia. Estoy convencida de que su historia es mucho más rica y más larga. Pero, como las cosas más valiosas, son pocos con los que compartirá ese privilegio. Porque, a quien dices tu secreto, ante quien bajas la guardia, no dudes que es un privilegiado. Ella, ignoro si nerviosa o no, nos habla de amor, nos habla de miedo y de valor. Algunos la tacharán de necia tal vez, o cualquier otro apelativo poco agradable. No soy indiferente a que sobre algunos temas las opiniones son muy diversas, pero sí que aprecio aquellas que se dicen desde el respeto. Y nosotros, desde el respeto y la más profunda admiración, aplaudimos a rabiar a aquella mujer llamada Dalila que lleva tras de sí la tristeza de un aborto y, decidiendo tener a su segundo hijo, ha perdido su trabajo.
 
Mención aparte -y más aún considerando que el 8 de marzo fue el famoso día de la mujer del que tanto nos gusta hablar por aquello de parecer progresistas- debería tener el hecho de que hoy, en pleno siglo XXI, una mujer cobre menos que un hombre por hacer lo mismo y vea reducidas sus posibilidades laborales por su capacidad de traer vida a este mundo. Falta de sentido común, como tanto de lo que hoy en día ocurre en nuestro mundo, ¿o debería decir sentido no común? Porque brilla tanto por su ausencia que tal vez la lógica ya esté al alcance de unos pocos, y estos pocos deban ser considerados personas con sentido no común.
 
 
 
Al final del acto, una jovencísima y valiente madre también quiere compartir con nosotros un trocito de su historia, y observo como no soy la única a la que las lágrimas sorprenden cuando su hija de unos dos años comienza a hablar por el micrófono diciendo "hola" a los miles de personas que estamos allí.
 
Nunca un "hola" pudo expresar tanto. Nunca un "hola" fue voz de tantas vidas. No voy a entrar en política, pues yo no rompo con Rajoy porque nunca pensé que fuera a tener las narices (por no decir otra cosa) de tomar cartas en un asunto que ya se ha cobrado las vidas de tantas personas. No voy a entrar en política, no me apetece entrar a valorar a los distintos partidos. No voy a dar explicaciones científicas ni no-científicas de algo que a algunos nos resulta tan obvio y a otros no tanto. Hace tiempo que acepté que la mente humana es un misterio que sólo puedo abrir uno mismo y que el alma es un lugar en el que si hay que entrar se debe hacer de puntillas.
 
 
 
Pero, para dejar constancia, para aquellas mujeres a las que les resulta obvio que, en palabras de Marta, "Después de un embarazo viene un niño", quiero decirles que hoy miles de anónimos hemos manifestado nuestro rechazo a un sistema que no concede ayudas a la maternidad, y recordar que hay asociaciones como Red Madre, Fundación Madrina y muchas más que sí están dispuestos a ayudar y dar una vida digna a madre e hijo. #AquíEstoy14M #CadaVidaImporta