lunes, 30 de marzo de 2015

Quédate (Entre líneas II)

No es una segunda parte de Entre líneas. El relato está inspirado en una de las canciones que dio fama al grupo de música Passenger, una de las canciones de amor más bonitas que se han escrito en inglés en los últimos años. Una canción a la que llevamos dando mil significados distintos desde que salió a la luz, este es sólo uno de ellos...
 
 
Recuerdo la primera vez que recorrí estas calles de noche, fue la primera vez que te ví. Nos conocíamos de antes, pero aquel día, aquel día te "ví". Hablabas del verano, creo. Llevabas una camisa azul, tu andar desgarbado, y las manos en los bolsillos. Me sorprendió tu mirada, tan llana, tan humilde, tan pura. Era como si notara tu mirada por primera vez. Y fue entonces cuando aprendí, que a veces lo que más queremos lo tenemos delante de nuestras narices. Sólo que, no lo vemos. Tal vez será, que aun no es el momento de ver. Pero aquel día gris de septiembre lo fue, y por primera vez, te "ví".
 
Let her go
 
Lo más doloroso de todo fue, que tú aún no me habías visto. Seguías hablando, apasionado con un proyecto que ibas a empezar el próximo curso, gesticulabas mucho y tus ojos brillaban de ilusión, lo recuerdo bien. Luego la conversación tomó otros derroteros, el mundo entero cayó bajo mis pies. Te alejabas, te alejabas y yo no podía hacer nada. No podía retenerte junto a mí, no debía, debía dejarte libre. Aunque doliera, aunque llorara, debía dejarte ir. Y creo que fue en ese momento, cuando empecé a amarte. 
Te cruzabas en mi vida, sin saber que cuando te ibas la dejabas patas arriba, sin intuir siquiera lo que mi sonrisa ocultaba.  Dejé que crecieras, que maduraras. Y decidí apoyarte en decisiones que me causaron más dolor del que pude imaginar, decidí olvidarme en favor de ti. Y, créeme, fueron muchas las lunas que ví pasar tras mi ventana mientras sólo pensaba en una cosa: Quédate.
 
 
Y cuando me preguntan porqué te dejé ir, porqué no me arriesgué antes, nunca sé que contestar. No lo sé. Supongo que empezaba a intuir que te querría, que un día te querría con todas mis fuerzas. Algún día, algún día... Pero no hoy. Aún no estábamos listos. Y aun así, pienso que no pude darte un mayor gesto de aprecio, de cuanto me importabas. Te dejé libre, aun cuando te consideraba único y especial, uno entre un millón, un compañero entendido en su más íntimo contexto. Te dejé libre, aun sabiendo que el mejor compañero para recorrer los senderos que me tuviera dispuestos la vida eras tú. Me aferraba con uñas y dientes a una voluntad más sabia que la mía, y sabia que llegado el momento todas las piezas del puzle encajarían.
 
No preguntes cómo lo supe, no lo sé. Sencillamente, cuando tienes que saberlo, lo sabes.
 
Te dejé ir, supe que aquello no era un capricho sino que había más, porque dolía, dolía más de lo que pude llegar a imaginar. Y, como bien sabía, todo amor entraña dolor. De algún modo me reconfortaba saber que si te quería, lo estaba haciendo bien.
 
Tú aun no lo sabes, no sabes que desde aquel "primer día" yo ya lo supe. Que antes de que tú me "vieras" yo llevaba meses, ¡meses!, pensando en ti en la distancia, alegrándome en secreto de tus triunfos y rezando por tus problemas. Llevaba meses, ¡meses!, notando que una parte de mí se había ido contigo, esperando que llegara el momento, el momento en que volvieras la vista, y me miraras.
 
Ambos teníamos mucho que hacer, queríamos viajar y emprender mil proyectos. Teníamos mucho que aprender, mucho que vivir, que esperar y desesperar, mucha batalla por delante. Tenía que dejarte ser tú, y por eso debía alejarme. Tenías que aprender a querer, y yo también, y por irónico que me resultara no debíamos hacerlo juntos.
 
 
 
Han pasado muchas lunas, y veo como el sol se desliza tenue tras la cortina. Hoy ya no tengo miedo alguno de decírtelo, pues del algún modo lo sé, hoy sí: Hoy, quédate.